* Si algo habría que estimarle a los gobiernos de signo dictatorial, son los
Carnavales como espectáculos colectivos de gran colorido y de sana, espiritual y plural
participación. Al menos en Ciudad Bolívar hasta el presente, han sido insuperables los
Carnavales que se dieron en
tiempos de Cipriano Castro y Juan Vicente
Gómez. Carnavales de exóticas comparsas,
bailes de disfraces, singulares combates de flores desde coches tirados
por caballos, regatas de curiaras configuradas como cisnes, carreras de caballos empavonados, obras teatrales y juegos tradicionales.
Los buenos carnavales de Ciudad Bolívar
fueron indudablemente éstos y a juzgar por las referencias hemerográficas, los primeros de
esa factura que llevaron a un cronista a buscar en la capital
angostureña puntos de relación con París, tuvieron lugar en 1904, acaso para olvidar con la suntuosidad e intensidad de tres días enteros y completos, las miserias propias de una
dictadura o los estragos de la Guerra
Libertadora que en julio del año anterior había tenido a la ciudad com último
escenario.
Señoritas
disfrazadas en Coches Victoria de dos
caballos y Phaeton sin capacete así como
otro vehículos propios de la época, todos lujosamente adornados, más una
multitud de jinetes, montados unos y a pie otros, dieron comienzo al Carnaval de febrero de 1904 con un gran paseo por toda la ciudad, jugando
con diversidad de golosinas, al compás de la Banda del Estado y bajo una
atmósfera de juegos artificiales
El
General Luis Valera, jefe civil y militar del Estado, acompañado del también
General Manuel Silva Medina, Secretario
de Gobierno, , el general Tobías Uribe, jefe civil y militar del distrito Heres
y Sanoja Murel, presidente de la Junta Directiva inauguraron para todos los
sectores de la ciudad las clásicas fiestas de Momo, el sábado
trece en medio de un gran regocijo que tuvo
su mayor manifestación durante los siguientes días 14, 15 y 16, de
acuerdo con programas individuales, en los sectores de las calles Miscelánea (Dalla Costa), Libertad,
Concordia, Amazonas y Guzmán Blanco.
CADA CUAL CON SU CARNAVAL
Como no había luz eléctrica sino faroles
prendidos con aceite de petróleo o de tortuga, los carnavales lo celebraban
todo el día. Es decir, comenzaba a las
seis de la mañana y concluían a las ocho de la noche cada sector de la ciudad
de acuerdo con su programa y cada uno conforme a su circunstancia.
Así, por ejemplo, el
programa del sector o Barrio "Guzmán
Blanco" arrancó el domingo 14 a las seis de la mañana con una salva de 28 cañonazos afiliados en
el Cerro del Chivo anunciando la apertura de las fiestas, mientras en la Concordia
estallaban a la misma hora desde la "Planicie Toledo".
A las ocho de la mañana
la "Junta Coadyuvadora", como se llamaba sectorialmente y que presidía
José Joaquín Rores, más las comparsas de disfraces, se reunieron en la esquina
de Carmelo Mainieri acompañados del resto de la colectividad y desfilaron hasta
encontrarse en la Plaza Talavera con la Junta Directiva del Carnaval.
Al mediodía hubo un espectáculo
en plena calle representando los vecinos lo que era la navegación de los indios
Caribe y luego por la tarde demostraciones acrobáticas desde la esquina de
Carmelo Mainieri hasta la Plaza Santa Ana. Finalmente
a las ocho de la noche de ese día, música ejecutada por artistas de "Boca del Pao", intérpretes de la "Cigarra", en medio de
fuegos artificiales y focos de luz de múltiples colores.
Al día siguiente, los
carnavales comenzaron en el barrio con desayuno ofrecido por la Junta en una
casa que se marcó con el número 1350.
Luego, a las ocho, hubo regatas de curiaras desde la Laja Cangrejo a
Playa Blanca con un mil bolívares de pre mio para el primero. Al m,ediodía, en la Plaza Convento
(Centurión) se ofreció un banquete para personas que según la invitación,
asistieran o no, serían multadas con ochenta bolívares.
Lo más divertido de este
día fueron las carreras de chivo, desde la Plaza Santa ana hasta la esquina
Mainieri. La diversión para los
inagotables, termió a las cinco de l tarde con Cucaña o Palo encebado, Corriedas de sacos y 500 bolívares de premio
para el más audaz.
El último día (16) la
fiesta comenzó un poco más tarde en el barrio Guzmán Blanco, 8 de la mañana, con una
pintoresca carrera de burros, al mediodía la Junta fue obsequiada con un
almuerzpo en l”L Palomera” y por la tarde, previo al desfile de clausura, se
ralizaron competencia de carreras sobre barriles, carreras llevando sartenes
volteados con monedas; resbalando las cucañas y a la despedida corridas de
cintas y piñatas para la gran muchachada.
CARNAVAL AFINCADO EN LO VERNÁCULO
Era sin duda un carnaval afincado en lo
vernáculo, en las tradiciones criollas o propias de la región orinoqueña.
Para
completar o redondear los programas sectoriales, la Junta Directiva organizó en
el centro socialmente neurálgico de la ciudad, carreras de caballo. Obras teatrales,
combates carnavalescos, regatas, retreta y un gran baile infantil de disfraces
en el Colegio Nacional-.
El baile infantil de disfraces de toda la
ciudad transcurrió desde las dos de la tarde hasta la noche en la Casa del Congreso
de Angostura que entonces servía de sede al Colegio Federal de varones.
De
allí, a las ocho se pasó a la Plaza Bolívar rebozante de belleza, de perfumes y de máscaras, según la apreciación de un cronista de la época, donde tuvo lugar la Retreta con la Banda de Estado que ese año comenzó a dirigir el músico tachirense Manuel Jara Colmenares.
Al concluir la
última pieza, mucha gente se apiñó en las ventanas
de la que es hoy Casa de la Cultura, entonces inmueble de habitación
del Coronel Sebastián Alegrett, Secretario de Gobierno, quien ofreció un baile
a sus amistades,
Tanto las regatas en el río como las
carreras de caballos en la Alameda estuvieron de lo más emocionantes. Los
barcos adornados parecían cisnes disputándose la delantera, mientras las carreras de caballos en distancias
oscilantes entre 400 y 600 varas se
realizaron en dos programas, tres por día.
En el Teatro
Bolívar se montó el famoso drama español
"El Rey que rabió",
interpretado por un grupo de jóvenes
y en la calle hubo una crítica al Uncle Sam que apareció llevando de una cadena metálica dos niños que
configuraban a Cuba y Puerto Rico.
El último día
fue de combates. Batalla con flores desde
los coches y ataques frontales en las
calles entre un bando y otro ocupando puesto de distinción como pertrecho el polvo de arroz y la
Maizina Americana.
EL CARNAVAL EN TIEMPOS DE GOMEZ
Los Carnavales de Ciudad Bolívar de 1909 es una muestra de casi
ix/os los que se dieron en tiempos del
Presidente Juan Vicente Gómez. El
Ejecutivo del Estado, para entonces el doctor Jesús María Delgado,
decretaba oficialmente el Carnaval y designaba una junta Directiva que ese año de 1909 presidió Miguel A. Aristiguieta.
La Directiva lanzó el sábado 20,
víspera del Carnaval, su Proclama
promulgada por bando a las cuatro de la tarde. El primer día de
Carnaval el Ejecutivo del Estado, el Comandante de Armas y la Junta Directiva encabezaron el paseo inaugural en el cual participaron todos los gremios sociales concentrados a las ocho de la mañana en la
Plaza Talavera.
De allí siguieron la calle Orinoco hacia el oeste. Luego la calle
Venezuela cruzando por la esquina
Dalton. Llegaron hasta la esquina José
Afanador & Cia, cruzaron la calle
Libertad hasta salir a la Plaza del
Convento desde donde subieron hasta la Plaza Miranda siguiendo el rumbo de la calle Boyacá para continuar por la
Concordia, Santa Ana, Orinoco y concluir finalmente en el punto de partida.
Así fue el paseo inaugural de 1909 y continuó siéndolo durante
casi todo el período gomecista porque la ciudad era prácticamente el casco
urbano. El resto de los días comenzaba de madrugada con Diana por toda la
población acompañada de fuegos artificiales y reparto de Carteles sobre
desafíos carnavalescos entre bandos. A las ocho de la mañana durante todo el
día se daban los más variados espectáculos
como los ya reseñados anteriormente.
Digno de mención
eran los encuentros o combates de carnaval entre
bandos. Para ese año había dos grandes bandos:
el Bando Rojo y el Bando Azul
divididos por la calle Amor Patrio y los unos y los otros se
identificaban colocando banderas de sus respectivos colores en ventanas, azoteas
y puertas de sus casas.
Un curioso Manifiesto
de la época lanzado por la Junta demandaba lo siguiente:
"A contar del día veinte de
febrero, víspera de la gran fiesta, los habitantes de la
Circunscripción Roja colocarán en
las ventanas, azoteas o puertas de sus
casas, una bandera roja, corno distintivo obligado del desorden y los de la
Circunscripción Azul harán lo mismo con
su respectivo color. Los contraventores serán multados en veinte bolívares
salvo que prefieran pasar el carnaval en la Peña
del cura.
"La Comisión para los toros coleados en la calle Miscelánea se
organiza con los siguientes denodados Capitanes: Tomás Bello hijo, Juan
Pino, José E. Márquez, J. Leandro Aristeguieta,
Sabás Fernández, Emilio Unceín, Alfredo Masabié Lezama, Pedro Liccioni, Ramón
Enseñat, Sabás Llarvez y Dr. R. Cabrera
Malo. Se excita a los nombrados a constituirse en Junta a la mayor brevedad posible.
"Se declara sin cuartel la
guerra entre Rojos y Azules. Que no haya piedad para los vencidos, que se luche
sin tregua ni descanso, que no se escatime ni se regatee el entusiasmo un
solo momento y así habremos alcanzado la gloria que la Locura nos ofrece por
secula seculorum, amén".
Petid Paris
Al escribir
sobre los Carnavales de entonces, un cronista anónimo del diario político
"El Anunciador" del general Agustín Suegart relacionó o buscó puntos
de comparación, guardando la distancia, entre París y la pequeña ciudad del
Orinoco. "Ciudad Bolívar –escribía–, aunque en mínima escala, se nos
ocurre debe ser un remedo de la populosa
capital francesa. Tiene su soberbio Orinoco, superior al Sena, tiene sus
Morichales como si dijéramos el Bosque de
Bolonia; tiene sus edificios sombríos y silenciosos alrededor del Teatro Bolívar, que pudiéramos
llamar la Cité; tiene, en fin, su Santa Justa, especie de Barrio Latino; su
Alameda como uno de los grandes bulevares y
sus quais, toda la margen del
Orinoco; sus barrios de la Democracia, Los Coolies y Perroseco, como los faubourgs Saint Honore, Saint Denis y
Pissonniere. No quisiéramos decir que tiene también su Pére Lachaise, porque
nos estamos ocupando de fiestas y alegrías, y no hay que recordar por ahora a los que se han ido a reposar
eternamente".
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