miércoles, 26 de agosto de 2015

¿QUIÉN ULTRAJO Y MATÓ A LESBIA BIAGGI?




Un domingo 15 de octubre de 1961, la ex secretaria de la Cámara de Comercio de Ciudad Bolívar, hermana del sacerdote ex capellán del ejército, Luis Ramón Biaggi Tapia, fue hallada ultrajada en su habitación y con una herida profunda en el  intercostal izquierdo que le causó la muerte.

Américo Fernández


            Nadie sabe cuándo, pero sabemos a ciencia cierta que tenemos que morir, por agotamiento físico, enfermedad o trágicamente, pero lo inexplicable y sorprendente, lo que siempre ha consternado a la humanidad, es que fuera de esos determinismos naturales, se viole impunemente el derecho a la vida.
            En el caso criminal de la joven de 24 años, Lesbia María Biaggi Tapia, asesinada en su propio hogar, donde vivía con su madre y dos de sus hermanos, no sólo se violó impunemente el derecho a la vida sino que se la ultrajó.
            Treinta y nueve años transcurridos y han sido insuficientes para esclarecer el crimen, pues el único sindicado fue absuelto porque los indicios en su contra, logrados a través de los análisis de laboratorios, más los testimonios cotejados por el  Buró de investigaciones del Cuerpo Técnico de la Policía Judicial,  no convencieron al Juez Penal de la causa.  ¿Qué procedía entonces?  Obviamente, reactivar las investigaciones hasta las últimas consecuencias, pero por lo que ordinariamente observamos, ya es práctica manida de los cuerpos policiales asumir una conducta de tácita impotencia (¿presión, comodidad, desidia, prejuicio?) quedando de esta manera el caso en absoluto abandono hasta su prescripción eterna.
            Mientras tanto, los bolivarenses, cada año por este día de octubre, se conforman con recordar a aquella muchacha afable, romántica y sencilla que sólo llegó a usar el velo para ir a misa porque el de novia se lo arrebató la muerte.
            Se llamaba Lesbia María Biaggi Tapia, morena de 24 años,  pelo negro, 1,60 de estatura, contextura regular, casi parca y de sonrisa agradable. Hija adoptiva, porque Carmen Biaggi de Tapia, su madre aparente,  sólo tuvo a Ada en su matrimonio con Ramón Biaggi, aparte de los varones: Luis Ramón (sacerdote), Nanzo (abogado), Frank y Orlando, todos nacidos en Pariaguán del Estado Anzoátegui y con residencia y vida profesional en la Capital de la República.  Lo cierto es que la vida de esta familia se desgració desde aquel aciago día en que la sangre de Lesbia se desbordó por el lado de su corazón e inundó  la sensibilidad del mundo cristiano, más cuando el señalamiento que a una semana del crimen hizo la PTJ, apuntaba a su hermano de crianza, un joven sacerdote, virtualmente impecable en su carrera clerical.
            Excepto la explosión de nervio al ser informado y un desmayo sufrido frente al cadáver desnudo y sangrante de su hermana, el Padre Biaggi  trató en todo momento de conservar el aplomo y cuando el Inspector Nacional de la PTJ, doctor Carlos Olivares Bosque lo interrogó “libre de coacción y apremio”, declaró que sólo sabía lo que había visto y hecho hasta ese momento de enterarse del trágico suceso.  Vale decir, que el sábado 14, a eso de las cinco de la tarde, salió de su casa de la vereda cinco de Vista Hermosa, conduciendo carro propio, en compañía de su madre, su hermana Lesbia y su hermano menor Orlando, hacia la casa de la familia Huang, donde se realizaron dos bautizos, uno de los cuales apadrinado por él y su madre madrina del otro.     
            Luego se trasladaron a la Iglesia para cumplir la ceremonia del bautizo y seguidamente  regresaron a la casa donde la familia Huang ofreció un brindis.  Allí compartieron hasta un poco antes de las once cuando decidieron retirarse y llevar de paso  hasta su domicilio a Grecia Ortiz y al joven Rigoberto Franceschi, novio de Lesbia, que se había incorporado a la reunión a  las 9:30 de la noche.  El Padre dijo haber consumido sólo dos vasos de whisky de  botella y media servida durante la sencilla reunión.
            Entre 11:30 y 12 de la noche la familia Biaggi Tapia  llegó de regreso a Vista Hermosa y  contó el Padre que “al llegar a casa, mi mama me entregó la llave, abrí la puerta y penetré en mi habitación con el deseo de dormirme pronto porque el domingo muy temprano debía oficiar misa.  Cerré mi cuarto, encendí el aparato de aire acondicionado, me desvestí y me acosté.  En la noche no sentí nada extraño y a las 6 de la mañana  del domingo me desperté; abrí la puerta y me dirigí al baño antes de prepararme para la misa.  Al salir, como tenía casi enfrente la habitación de mi hermana Lesbia, observé que la cama estaba vacía, porque no le vi los pies, que era lo único que sin asomame podía observar, pues la puerta de habitación  no estaba abierta del todo.  Me puse la sotana y salí hacia la puerta de la calle encontrándome con que estaba abierta –eran como las 6,20 de la mañana-  A mi me extrañó que estuviese abierta a esa hora, pero como teníamos que ir temprano de excursión, supuse que mi hermana había salido a hacer diligencias relacionadas con el paseo.
            Encendí mi carro y salí hacia la iglesia Santa Ana a oficiar la misa.  La comencé a las 6:35 y al terminarla convoqué hacia mi a todos los fieles que estaban dentro y comenzamos a organizar una colecta con el fin de hacerle el trono a la virgen de Coromoto.  Estando en eso entró a la carrera el maestro Félix Rodríguez a decirme:  “Padre, que vaya urgentemente a su casa que allá ha sucedido una tragedia”  Rápidamente, me despojé de los ornamentos y salí corriendo.  Quise manejar y Félix me quitó el suiche para hacerlo él.  Desesperado, le pregunté:  “¿Qué ha pasado con mi hermana?”, y me respondió:  “¡Está muerta!”
            Entonces lloré, sentí que los nervios me dominaban y le dije:  “Llévame primero a casa de Monseñor Bernal, frente a la Catedral, junto a él tendré más valor para poder ver a mi hermana muerta.  El es para mi como un padre y ha sido mi apoyo en los momentos difíciles”.  Supuse que ese día, domingo, estaría en la Catedral.  Subí tres gradas y al sentir un carro que venía detrás,  vi que era José Soto, el muchacho del Palacio Arzobispal.  Le pregunté si Monseñor estaba en la Iglesia y me respondió que aun no había llegado de Puerto Ordaz.  Le dije que lo fuera a buscar inmediatamente y me fui a mi casa en mi carro manejado por Félix Rodríguez.  Encontré allí mucha gente en el frente; muchos se acercaron para abrazarme y yo, sorprendido, pregunté ¿cómo ha sido? Y me respondieron ¡la mataron!.  Sentí que perdía el ánimo para entrar y ver a mi hermana muerta.  Acudí a mi madre que estaba en el porche, con quien me detuve un rato.  Pasé a la sala, me senté; entonces me acerqué hacia la puerta del cuarto de mi hermana.  Adentro estaba el doctor Humberto Bártoli, médico forense, el fotógrafo de la Judicial, así como el Jefe de esta Oficina señor Díaz Arévalo.  El doctor Bártoli creyó a primera vista que la causa de la muerte de Lesbia la había producido un derrame ¿un derrame, y  me dijeron que la  habían matado?  me pregunté retirándome de la puerta y sentándome otra vez en la sala desde donde fui llamado por el Dr. Bártoli... me mostró que había una herida en el pecho.  Mi hermana estaba en el suelo, del otro lado de la cama, o sea, del lado de la ventana, tiesa.  Al verla totalmente desnuda sentí una baja de tensión y tuve que retirarme conducido en brazos de otros hacia una cama donde me acostaron.

ACTUACIÓN ILÓGICA DEL PADRE

            El maestro de escuela Félix Manuel Rodríguez Rondón, de 28 años, casado, natural de El Miamo y vecino de los Biaggi, también fue llamado a declarar, pero su versión no concuerda exactamente con la dada por el sacerdote después que lo enteró del hecho. Rodríguez dijo que el domingo 15 se levantó a un cuarto para las siete de la mañana y cuando comenzaba el desayuno oyó gritos.  Salió a la calle y se dio cuenta que los gritos procedían de la casa de la familia Biaggi y pudo ver a la Señora Carmen Biaggi, desesperada, diciéndole ¡está muerta!
“Sin llegar a saber de quién se trataba, tomé mi carro y me dirigí a la Cárcel Modelo para avisarle al Padre Biaggi.  En ese lugar no lo conseguí y me dirigí a la iglesia Santa Ana de la que también es párroco.  Allí estaba con los ornamentos propios de la misa.  De inmediato lo llamé  mediante una seña y le dije: ¡Padre. en su casa hay una tragedia!, ya que no sabía de qué se trataba, ni quién era la víctima.  El Padre, de seguidas, se quitó los ornamentos y se dirigió al carro y como lo vi nervioso, le quité el suiche.  Entonces me dijo que la única que había en su casa era su hermana y me pidió lo llevara al Palacio Arzobispal para hablar con Monseñor Bernal.  Estando en el sitio, no se si alguien le dijo al Padre que Monseñor Bernal no estaba en el Palacio Arzobispal.  Fue  entonces cuando llegaron otros vecinos cuyos nombres no recuerdo, a bordo de un Ford Falcón, y el Padre se embarcó en él y se dirigieron a la clínica “García Parra” mientras yo lo seguía en su carro.  En la Clínica se bajó el Padre y habló con un médico, mientras yo me adelantaba para dirigirme a dar aviso a la Judicial, como él me lo había pedido en el trayecto.  Una vez que avisé a la Policía, volví a la casa de la familia Biaggi y  dejé el carro.  Ya el Padre Biaggi había llegado y se encontraba en el porche lleno de gente.  Con un pariente del Padre traté para que me prestara el carro para informar del suceso a los familiares.  Fue al regreso, a bordo de la chalana, como las 2 de la tarde, cuando supe que se trataba del asesinato de la joven Lesbia Biaggi.

LA PTJ EN ACCION

El Cuerpo Técnico de la Policía Judicial hizo acto de presencia y constató que la joven Lesbia María fue víctima de una profunda herida en el octavo espacio intercostal izquierdo que le produjo hemorragia y muerte, siendo a la vez ultrajada. Constató también que no hubo signos de violencia y que la joven, defendiendo su honor y en un esfuerzo desesperado, arrancó cabellos al victimario, el cual haciendo uso de un cuchillo o daga le causó una herida mortal.
Consumado el hecho criminal, el autor preparó el sitio del suceso, colocando el cadáver en el suelo, cerca de la cama.  La PTJ logró con éxito reactivar rastros y huellas que permitieron llevar a cabo una intensa como bien orientada investigación y acumular gran cantidad de evidencias.
Practicó exámenes hematológicos y micrométricos de los pelos arrancados por la víctima al victimario, asimismo los practicó a un pañuelo manchado de sangre y a una media femenina perfumada hallados en el cuarto del sacerdote. De la misma manera,  reactivó huellas y manchas en el piso de los cuartos de Lesbia y del Padre, de suerte que  pudo la Policía acumular gran cantidad de evidencias en contra del sacerdotes que obligaron irremisiblemente a su detención..

DETENCIÓN DEL PADRE BIAGGI

Dada la acumulación de evidencias arrojadas por la experticia técnica y las actuaciones ilógicas y contradictorias patentes en algunos testimonios, el Inspector Nacional en Comisión, Carlos Olivares Bosque, sindicó al Pbro. Luis Ramón Biaggi Tapia, como autor de los hechos o, en último término, como presente en el sitio de los sucesos en el lugar del crimen.  Por lo tanto se le practicó detención el 26 de octubre y se puso a la orden de los Tribunales de Justicia.
Entre las evidencias que sindicaron al sacerdote como presunto autor del crimen están los cabellos de su región temporal que guardan notable similitud con los arrancados por la víctima a su victimario.  La mancha de sangre en el pañuelo y unas cinco acciones ilógicas, como la de ir directamente al Palacio Arzobispal en vez de hacerlo directamente a su casa donde había sido hallada muerta su hermana de crianza.

UNA CARTA A SU FAVOR

Una carta jugada a favor del Padre Biaggi la constituyen los exámenes psicológicos y psiquiátricos practicados oficialmente por los doctores José Luis Vethencourt y el Pbro Carlos Alberto Plazas.  En síntesis, estos exámenes concluyeron en que las reacciones internas y externas del Padre Biaggi eran diametralmente opuestas a las de un criminal.  Según los resultados de esos exámenes, el Padre Biaggi parecía ser “inocente, a menos que se trate de un monstruo, pero en este último caso no existe antecedente en la psiquiatría”.
Días después, el juicio fue erradicado de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar y el Pbro. Luis Ramón Biaggi Tapia pasado de la Cárcel de Ciudad Bolívar, donde había sido capellán, a la Penitenciaría de San Juan de los Morros.  Posteriormente salió absuelto y terminó renunciando a los hábitos sacerdotales.  Hoy día es abogado en ejercicio. La madre del sacerdote terminó suicidándose mientras el arcano se tragó el misterio de aquella ofensa mortal a la existencia de una mujer en la etapa soñadora de su juventud.








           

           


lunes, 13 de julio de 2015

De la Tumbazón al Trocadero

(Especial para la edición aniversario de El Luchador 10 de julio 2015) 

De la Tumbazón al Trocadero
pasando por El Retumbo y  la Ciudad Perdida

El advenimiento de la Rockola, lenitivo para los despechados y buscadores de encuentros amorosos.

-Américo Fernández-

La actual calle Santa Ana era conocida antiguamente como  calle La Tumbazón en razón de que allí la marinería del puerto fluvial como toro boruca tumbaba a las diablitos, pero esto se acabó cuando el vicario general de la diócesis. Monseñor José Leandro Aristeguieta, logró que las autoridades clausuraran las casas de encuentros amorosos por estar cercas de la iglesia que él había fundado en 1856.
         Surgió entonces El Retumbo en la zona que después fue llamada  Calle Miscelánea y finalmente Calle Dalla Costa. El Retumbo era en cierto modo un lugar  ruidosamente burdelesco donde la  alta y baja marinería de los barcos fondeados en la arenosa ribera orinoqueña, saciaba su sed de amor a cambio de algunos pesos, florines, dólares francos o esterlinas. No había problemas en cuanto a la nacionalidad de la moneda porque la Casa Blohm más arriba en las casas porticadas, funcionaba como  banco y casa de cambio.
         Entonces el desarrollo urbano hizo que El Retumbo se mudara más hacia el Oriente  con el nombre  de  la Ciudad Perdida. “La ciudad pervertida” quería decir la altiva y muy cristiana familia angostureña. El poeta José Sánchez Negrón me contaba que en su época de niño, cuando su tía-abuela llevándolo de la mano se veía obligada a pasar por sus cercanías, le advertía que no viese hacia ese lugar porque era como entrar en o hacer contacto con lo pecaminoso.
         Ellas eran las golfas, las rameras, las busconas, las hetairas, las heteras, las perdidas, las meretrices, las mundanas, las pendangas, las zorras, las suripantas, las pecadoras, las pelanduscas, las pendangas, las arrastradas, las perendecas, las bagasas, las putas, las prostitutas, en fin, las cortesanas del burdel de Fliliberto, contra las cuales nunca pudieron los sermones disparados desde el púlpito de la Catedral.
         Contra ellas sólo podía de vez en cuando por agosto el Señor de las Aguas. Entonces, goloso, turbio y repleto de mogotes, metía sus lenguas, las inundaba y las hacía damnificadas hasta que satisfecho retornaba a su cauce.
         Pero lo del 43 fue imperdonable. El Orinoco sumergió a la Ciudad Perdida hasta tres metros bajo agua y las alegres mujeres se vieron frustradas al pretender refugiarse en las cubiertas de los barcos. Se dispersaron y fueron a parar unas a los Culíes, otras a los cerros El Zamuro y La Esperanza.  Un número menor de ellas buscaron protección en los cerros El Chivo y el Temblador y al otro lado del río, en Soledad. Se dispersaron hasta que bajasen las aguas y todo volviese a ser como antes: pero, nunca, jamás pudieron retornar por esos lados. 
El Presidente de la Republica Isaías Medina Angarita , luego de aterrizar en el aeropuerto de la Laja de la Llanera en el avión Late-28 que lo trajo de Maracay, ordenó que “Sodoma y Gomorra” fuera destruida y que a nadie se le ocurriese mirar hacia atrás porque estatua de sal se volvería. De manera que acatando la disposición del magistrado, se levantó allí un edificio resaltando en el frontispicio aquella sabia frase de Bolívar en el Congreso de Angostura: “Moral y Luces son nuestras primeras necesidades”.
         Pero la Ciudad Perdida sólo perdió su nombre porque la construcción del Grupo Escolar no fue suficiente para acabar la prostitución en el lugar. Si bien el grueso de la actividad del comercio sexual buscó hacia las afueras lugares más apropiados como El Trocadero, El Vesubio y El Siete, quedaron en las inmediaciones del Grupo Escolar algunos puntos reservados como “El Chupulún”, en donde seguro encontrar a Eduardo Santana y no precisamente moviendo a la Reina del ajedrez.
         Pero el más trascendente fue indudablemente El Trocadero donde nunca faltó la Rockola, ese artefacto parecido a un robot, pero que no es más que el bendito fonógrafo de Edison llevado a una dimensión descomunal para hacerlo automáticamente operable, de largo tablero numerando los discos de moda, como fueron los de Julio Jaramillo, Leo Marín, Lucho Gatica, Toña la Negra, Pedro Vargas y hasta del mismísimo Luis Sarmiento, nacido y crecido en estos patios del merey y la coroba y quien tuvo el privilegio de bautizar su primer disco, un 45, en el Trocadero de Edelmiro Lizardi, donde parecía imperecedero el sonido de la rockola.
         Allí en ese Trocadero que antes estuvo por las inmediaciones de la Bomba Taguapire y que después se reubicó por cuestión de moralidad pública en los alrededores de La Campiña, zona rural donde Alberto Minet fomentó una granja que terminó bajo las aguas desbordadas del río San Rafael, tan tímido en tiempo de sequía como revoltoso  durante la estación de lluvia.
         Bueno, decía, que en ese Trocadero del que se saben y cuentan infinitas historias como la del pintor José Martínez Barrios, celebrado pintor bolivarense que tuvo amigables relaciones con Edelmiro Lizardi, el dueño del famoso Trocadero de Ciudad Bolívar
         Solía recordar en vespertinas tertulias en el quiosco que era de Carlito Hernández, aquel ambiente pintoresco con cuartos de moriche en el fondo, situado en La Campiña.  Por allí pasaron mujeres bellísimas de Maracaibo, Valencia, Upata.  Uno se tomaba una cerveza por real y medio.  El tercio costaba 1,25; dos bolívares la media jarra y tres el botellón.  Allí Martínez tuvo sus primeras incursiones amorosas.
         En ese paraje, el pintor anclado en el claro oscuro de los clásicos, se empató con una merideña bellísima de nombre Juliana.  En ese tiempo Martínez vivía leyendo libros de estética, de preceptiva literaria, filosofía y obras románticas.  Como los actores de cine, buscaba argumentos para su vida, temas que le nutrieran existencialmente.
 En ese Trocadero había una rockola con muchas y variadas canciones de amor y despecho que tragaba más monedas que una moderna máquina de juego.  Al fin, la rockola también es como una máquina lúdica donde bajo la compulsión etílica y  a la luz de una letra o melodía se pone a prueba como en un juego, la sensibilidad para vencer o terminar en el foso de un amor incomprendido.
         Edelmiro administraba y soñaba con la rockola porque también en medio de aquel lupanar él era una abeja con su corazón herido y un buen día, desengañado,  cerró el Trocadero y se metió  a rockolero.  Se fue a comerciar con las rockolas.  Las hacía reparar con el técnico James Hernández, luego las alquilaba, vendía, y hasta suscribió un contrato de distribución con la Wurlitzer a pesar de Pedro Montes que también era del ramo y tenía su establecimiento frente al Café España.  El comercio de las rockolas era bueno y los aparatos sonaban no sólo  en El Vesubio, el Tibiritabara,  la Estrella Roja, el Caballo Negro, La Cibele,  Le Tucan, La Glaciere, la Luzetti y el Club Buena Vista La piscina, sino en un bar tan marginal como el Boby Capó del Barrio Negro Primero, donde los despechados solían llorar los desaires intempestivos de sus amadas, escuchando la voz de Lope Balaguer cantando que falta tu me haces, que falta tan inmensa, o aquella que dice yo quiero que tu vuelvas no pongo condición o el amor es uno, uno y nada más, lo demás humo, humo que se va.
         El periodista Enrique Aristeguieta prefería una rockola del barrio Las Moreas que no aceptaba sino monedas de plata, claro, él no las tenía pero sí la señora dueña del negocio que las  facilitaba con ese propósito a cambio de esas otras que ruedan por allí muy devaluadas.  Allí  junto con Camilo Perfetti quise una vez llevar a Eliécer Calzadilla, amante de las rockolas además de excelente conversador, pero no pasamos del Tropical Room del barrio La Sabanita hasta que llegó la Guardia Nacional y bajó toda la botillería porque, cosa rara en un lugar tan grato, carecía de licencia. 
        




        


martes, 30 de junio de 2015

Morochito Rodríguez en Ciudad Bolívar

Entrevista de Américo Fernández  al Campeón Olímpico Francisco “Morochito” Rodríguez el 17 de diciembre de 1968 para el diario El Nacional
    Morochito Rodríguez en Ciudad Bolívar
No ha Nacido todavía mi sucesor


Ciudad Bolívar, 17. (Especial).
Me ha resultado más fácil entrevistar al Presidente de la Re­pública que al ídolo nacional Francisco Morocho Rodríguez, no obstante que su guardia la de­ja, junto con los guantes, col­gada en el ring. El problema es que a Morochito lo asedian las mujeres y los hombres que ad­miran la reciedumbre de sus pu­ños.
Las mujeres quieren besarlo, que les dé su autógrafo o bailar con él, mientras que los hom­bres sólo quieren estrechar la mano y admirar de muy cerca al "pequeño gigante cumanés".
Desde las cinco y media de la tarde de ayer hasta las once de la noche buscamos el momento más libre y oportuno para llegar hasta el campeón y hacerle algunas preguntas para el perió­dico; sin embargo, cada pre­gunta suelta lanzada tuvo una interrupción aproximada de cin­co minutos. Ni la ayuda gentil de su flamante novia, una linda aeromoza, nos pudo evitar las desesperantes interrupciones.
Al fin, tirado el anzuelo, fui­mos pescando en medio del ase­dio de los circunstantes, en me­dio de la aglomeración, del bullicio de la gente, del ritmo del conjunto que animó la fiesta y del cocktail de camarones que sirvieron de primero en la ce­na.
z —Morocho, ahora que ,has anunciado tu retiro del boxeo, ¿quién crees que será tu susesor?
Piensa y tira con la misma li­gereza de sus puños y atravesan­do la sonrisa de su novia que me separa de él, contesta:
—Realmente creo que todavía no ha nacido mi sucesor. Además, mi 'anunciado retiro del boxeo es relativo, pues es probable que continúe representando a mi país en los grandes aconteci­mientos olímpicos.
—Entonces ¿qué es por fin? ¿Te retiras o no te retiras? ¿No será que has sido mal entendi­do cuando quieren decir que no darás el salto al profesional?
Morocho trata de darme unas palmadas en el hombro diciendo:
—Eso es. No quiero ser profe­sional, sino un símbolo, pero no un símbolo estático sino acti­vo dentro del boxeo amateur. No estar peleando a cada rato, sino que me preparare  cuando sea necesario representar a mi país en un evento internacional de importancia. Así se lo he pro­metido a mi madre, quien se mortifica por mí cada vez que me encuentro entre las cuerdas.
—Muy bien, Morocho, ¿pero qué piensa hacer mientras tan­to?
—Pienso trabajar y alternar mi trabajo con un curso, de mecá­nica.
—¿Trabajar qué y dónde-?
 —No sé todavía. Tengo que es­perar hasta enero porque me han hecho muchos ofrecimientos que seguramente no cristalizarán has­ta-esa fecha.
Morocho desvía la atención ha­cia el doctor Francisco Tepedino Albertini, Gobernador Encarga­do, que está sentado a su de­recha, al tiempo que llegan otras personas para saludarlo. Mien­tras tanto el corresponsal habla con la joven morena vestida de blanco que está con la sonrisa fresca sentada al lado del atle­ta.
—Y, usted señorita, perdone, ¿es la novia del Morocho? —Sonríe y de sus labios se desprende un "sí" sugestivo.
Por favor, ¿puede dar su nombre?
—Rosario González. Soy aero­moza de Aeropostal.
—¿Es imprudente preguntarle la edad?
No. Tengo 21 años.
—¿Tiene mucho tiempo cono­ciendo al Morocho?
Desde que somos novios. Ha­ce creo que tres meses. Nos cono­cimos durante el vuelo 3118 Mai­quetía -C umaná-Porlamar.
El Morocho se da cuenta de la conversación y sentencia a su prometida con una mirada.
Estoy conociendo a tu novia, Morocho.
Mi novia! dice el Morocho fingiendo una sorpresa tímida. Luego hace un gesto basculante con la mano y agrega: —ahí, ahí. Rosario no se disgusta y el corresponsal prosigue las pre­guntas al campeón.
¿A quién le debes el título que ahora posees?
—A nadie. A mi mismo. A mí dedicación y esfuerzo.
—¿Quién ha sido tu mejor con­sejero?
—No lo conozco.
—¿Qué opinas del deporte en Venezuela?
—En términos generales es bueno, destacándose más el bo­xeo. El boxeo está dando valo­res que si se orientan bien, se cuidan y conservan, darán mu­chas glorias a Venezuela.
—¿Cuál es tu lado flaco en el boxeo?
—No ha sido descubierto todavía
-Tu mayor dificultad durante las Olimpíadas?
—Haber tenido que pasar cinco días de hambre tratando de rebajar cinco kilos de peso.
—¿Que piensas de Ciudad Bolívar?
—Es una ciudad muy linda y de gente acogedora. Estoy agra­decido de sus tributos y me con­suela saber que la primera vez que vine a una exhibición fui objeto también de una mani­festación de aprecio que ahora se ha multiplicado. Creo que la próxima vez me sentiré más pe­queño de lo que soy ante la gran­deza del corazón de este pueblo.
—Perdóname, Morocho, que te haga esta pregunta; pero veo en mi contacto diario con la ciu­dadanía que ella está interesada en saber ¿por quién vas a votar?
Morocho hizo un movimiento de desagrado con la cabeza y respondió:
—Nunca he sido político. Estoy conociendo eso ahora. Eres el primer periodista que me hace esa pregunta,
Y Morocho, visiblemente dis­gustado, aunque se concilió des­pués con el periodista, cortó la entrevista definitivamente y se fue a bailar con una linda jo­vencita que lo invitó sin pedir la anuencia de su novia.


martes, 23 de junio de 2015

EDUARDO MELGAR TENOR Y TORERO

Reportaje de Américo Fernández publicado el  23 de noviembre de 2007 en el  diario Correo del Caroní, con el título:
EDUARDO VIAMONTE: TENOR Y TORERO DE GRAN CARTEL

* En estos días hubo concierto en Ciudad Guayana y Ciudad Bolívar con aventajados alumnos de FAMICANTO, una fundación de la que son alma y fibra, el tenor Eduardo viamonte y su esposa Rosita del Castillo.  Viamonte, bolivarense de pura cepa, antes de cantar como tenor  en reputdos escenarios, fue torero de gran cartel.  



Eduardo Viamonte es un excelente tenor formado en academias de Caracas y Nueva York, pero antes fue torero de atractivo cartel en los cosos hispanos. Torero iniciado en los corrales del viejo matadero de Ciudad Bolívar y en el circo Monedero, pero un día, tras clamorosa tarde de Benavente, se sintió tan vacío y desolado, que decidió tirar los trastos, vale decir, matar al torero que había en él. Estudió canto y actuó en importantes escenarios.
Aquí en su ciudad natal como en su residencia fija en Caracas, ejerció la cátedra del canto y, como en el poema de Neruda, sintió en 1997 que lo buscan las raíces que abandonó, la tierra perdida de la infancia, y volvió a estar aquí, frente al río, detenido por el aroma errante de los mogotes.
Eduardo Melgar que cuando fue torero calzó el nombre de Eduardo Viamonte,  nació en la bendita y ya desaparecida Laja de la Sapoara y creció hasta los dieciséis años en el regazo de su abuela, una mujer muy dulce de Los Morichales, la misma que enamoró su abuelo cantándole zarzuelas  con su voz de barítono.
Tal vez por ese lado le vino su vocación de cantante descubierta a buena hora por el sacerdote Segundo  Ferreira, fundador del Orfeón
Bolívar, a quien la traviesa muchachada apodaba “Motocicleta”.
        Eduardo era el único mona­guillo que se daba el lujo de ayu­dar a la misa cantando y, esto le retribuía lo suficiente para tomar toddy en el "Toddy Room" y divertirse con las películas del Cine Mundial.
Era una etapa de la vida de Eduardo donde buscaba todos los cauces. Era un muchacho inquieto y de gran temperamento. Igual le daba atravesar el Orinoco como irse a torear al matadero.
Cantaba Granada, Mala noche, algunas milongas, sobre todo, Noche de Ronda y Maigualida que interpreta Jorge Negrete en la película Canaima. Se subía de noche en la torre del telégrafo en el puerto de Blohm y, toda la gente del barrio Santa Ana lo escuchaba porque su voz era fuerte y se proyectaba lejos con la brisa del río.
Lo de ser torero le nació por­que le gustaban las emociones fuertes. Lo atraían las tempora­das del circo del viejo Monedero a donde iba con Cantini "El maestrico", bedel del Liceo Peñalver, que había sido noville­ro en Valencia y él, muchacho apasionado y con mucho espíri­tu, era su pupilo, siempre anda­ban juntos y Cantini cada vez que podía le daba clases de toreo en los corrales del matadero.
Un día llegó a Ciudad Bolívar el matador Cayetano Ordoñez "Niño de la Palma", padre de Antonio Ordoñez que fue gran figura, torero de mucha clase, y a quien García Lorca le dedicó aquel famoso poema "Era de Ronda y se llamaba Cayetano..."
Llegó Cayetano ese día con otro torero, muy modesto, de nombre Perucho de Canarias. Cuando lo supo, Eduardo se fue hasta el hotel donde se hospeda­ba. Se le presentó y le dijo: "Yo soy el torero de aquí y vengo a hablar con usted porque quiero torear". Cayetano se lo quedó mirando de arriba abajo y luego de afinar su sexto sentido y observarlo, le respondió: "Pues bien, amigo, tu vas a torear entonces con nosotros el domingo".
La corrida en aquella tarde dominical, era en el estadio Tomás de Heres que estaba en la avenida Táchira y, Eduardo se vistió con una chaqueta corta que le confecciono su abuela, combi­nada con un pantalón corto y zapatos de goma. Así salió al ruedo y se hallaba en  el burladero cuando Cayetano le tanteo el primer animal y lo invito a torear.
Aquello fue memorable por la emoción increíble de la gente al grito de ¡Oleee! cuando le daba  pases de rodilla y en todas formas a aquel toro frente a Cayetano, atónito por lo que estaba viendo.
Y sintiendo el Mataor hispano que el muchacho le robaba el show, caminó hasta el centro del pequeño ruedo  y le dijo:  “Ya está, hombre”.  Pero engolosinado, le hizo un desaire  y molesto el matador le reclamó: ¿Usted sabe con quién trata,  se ha olvidado, hombre, que yo soy Ordoñez?” Comprendió Eduardo la situación y accedió.
Luego que terminó la corrida, el público lo cargó en hombros a lo largo del Paseo y a Cayetano no le quedó más alternativa que contratarlo para que toreara con él la temporada, pues Peruchp de Canarias tenía que regresar.

BANDERILLAS, ALTERNATIVA Y REVOLCÓN
Eduardo había aprovechado muy bien las lecciones de Cantini y, tocaba casualmente nada menos que a Cayetano complementarlas. De manera que con él aprendió a vestirse de torero, a colocarse las talequillas, abrocharse los machos y liarse el capotillo en la cintura para salir impecable al ruedo. Todo ello, paso a paso, como un rito.
Jamás había pegado un par de banderillas y la tarde en que lo hizo el toro lo revolcó. Fue preci­samente el día en que Cayetano le dio la alternativa llamándolo al medio de la plaza y entregándole los trastos. Toreó en esa corrida un toro prestado por un señor de apellido Macías, que no podía matar. Cayetano tomo las bande­rillas: "Pégaselas tú" le dijo y cuando Eduardo trató de hacerlo, el toro lo tiró, se levantó, tomó la muleta y durante la faena el ani­mal volvió a levantarlo y aquello fue la locura. Perdió la cabeza, se fue al burladero, sacó la espada, le pego tres muletazos y tomo posición para matar al toro, pero el dueño del animal se lanzó el ruedo para evitarlo.

TORERO GUAYANÉS EN ESPAÑA
Su amistad con Cayetano Ordoñez lo proyectó a España. Allá Eduardo debutó con Curro y Rafael Girón en una corrida del sindicato del espectáculo de Salamanca, la primera vez que se daba un cartel con tres venezola­nos juntos. Fue el comienzo de una buena campaña de novillero en el que estuvo con "Chamaco" en una corrida realizada en Palma de Mallorca y en Barcelona con Jaime Ostos y Joaquín Bernardo, un torero que siempre que toreaba con él le iba mal. Eduardo cortaba las orejas y el pobre hombre se iba triste para su casa.
En la plaza de Barcelona lo cogió un toro en corrida con Ordoñez y el Litri, con toros que "sabían leer y escribir". Toros de 500 kilos que llevaban seis meses en los corrales y los cuales el representante de Ordoñez que­ría rechazar porque los animales no procedían de una ganadería de renombre.
Pues bien, allí trato de lucirse lo mejor que pudo y, en efecto, había hecho una estupenda corri­da, pero a la hora de matar, es decir, cuando el toro comenzaba a doblar, va al burladero a echar le agua al botijo. Entonces oye que le gritan ¡Eduardo!. Voltea y ve a la familia Ríos de su gran afecto en el momento en que el toro que venía por el hilo de las tablas, lo pincha por la ingle y lo voltea de manera espectacular. Cae, se levanta todo maltrecho, se echa agua, vuelve por el ani­mal, pero el toro, muy grande y hondo de laguja, no dobla. Toma la espada de descabellar y ya en posición, el toro embiste brusca­mente y lo derriba. Despertó al siguiente día en el hospital donde, por cierto, lo  visitó el poeta Héctor Guillermo Villalobos que se hallaba y le regaló un reloj.
No obstante  ese percance,  continuo toreando con el mismo fervor de siempre, pero luego de una gran tarde en Benavente, provincia de Zamora, toreando con el rejoneado Peralta, le ocurrió algo singular: Se sentía solo y vacío y tras pro­funda meditación, se preguntó: “¿Esto es…matador de toros?” Se lo repitió tanto que le parecía tan pobre aquello y decidió volver al canto, para lo cual arregló sus bártulos y regresó a Venezuela.

SU DESTINO ESTABA EN EL CANTO
Ya de nuevo en Venezuela, se puso a trabajar; primero, en una Corporación Internacional y luego en los Helados Efe. Alternaba su trabajo de ejecutivo de la empresa con sus estudios. Estudiaba música en la academia de Juan Bautista Plaza. Aquí conoció a la soprano Rosita del Castillo, tras enviudar de su pri­mera esposa con la cual tuvo dos hijos. Se casó con Rosita, y se unió a ella en lo imposible para continuar perfeccionando su ins­trumento -la voz- en una de las instituciones más renombradas de Nueva York: la Julliard School.
Actuó en numerosos teatros de los Estados Unidos y Canadá. Aquí resolvió cambiarse el nom­bre de Eduardo Melgar por el de Eduardo Viamonte, en homenaje a su abuela: De manera que este último es y sigue siendo su nom­bre artístico.
A pesar de que, fueron tiempos duros, en el norte le fue bien. Tenía como quien dice "el man­dado hecho" cuando se le metió el grillo de venirse de nuevo para Venezuela, atraído por la nove­dad del gran teatro que es el Teresa Carreño.
En el Teresa Carreño comenzó muy bien y llegó a cantar Stabat Mater, una obra muy difícil de Rossini, de corte religioso. Es una de las obras más importantes que ha interpretado en su carrera, pero después fue víctima de las roscas.
Tratando de romper las roscas que lo querían ahogar en Caracas, fue en 1.987, invitado a volver a su tierra natal para ejer­cer él y Rosita la cátedra de canto en el Conservatorio Antonio Lauro recién creado por el gober­nador René Silva Idrogo bajo la dirección de Pascual Fortunato. Los gobernadores sucesores no creyeron en ese conservatorio y le negaron los recursos. Entonces, los muchachos del bello canto, entre ellos, el hoy médico Carlos Pérez, en un esfuerzo por mantener la cátedra, registraron la Fundación amigos de la cátedra de canto de Ciudad Bolívar (Famicanto) 1.990. En 1.992 también el Museo del Teclado en Caracas, creó la cátedra de canto "Cantamérica", donde unido a su actividad artística; Eduardo y Rosita trabajaron como profesores á de esas cátedras.
         En noviembre de 1997, los bolivarenses tuvieron la oportunidad de ver, sentir y aplaudir en una de la salas  de la casa del Congreso de Angostura, el primer producto de esta cátedra.  Omar Gutiérrez, rudelmis Montero, Alfredo Bonilla, María Eugeni Briceño, Edgardo, Zoraime y Katiuska  Rodríguez, Carlos Pérez, Eduardo Espinoza ramón Gallardo, Adriana Yépez y Della Grudelle Iotta, quienes interpretaron obras o parte de las obras de los grandes de la música culta como Mozart, Handel, Puccini, Estévez, Moleiro y Giordani, acompañados al piano por Sergeis  Pylenkoff.



El Aeropuerto de Ciudad Bolívar

*Bolívar después de Maiquetía y Porlamar,  estuvo entre los aeropuertos con mayor número de operaciones  de aterrizaje y despegue en los años  de 1990.  Hoy las cosas han cambiado.

-Américo Fernández-

         Autoridades aeroportuarias no creían en 1997 que después de Maiquetía y Porlamar, existiera en Venezuela otro aeropuerto con mayor movimiento operativo de aterrizaje y despegue. En el mes de julio, por ejemplo, se registraron 1.947  operaciones, con un promedio de 62 por día. A veces ese promedio subía, según la temporada, pero Puerto Ordaz moviliza mayor volumen de pasajeros. El fenómeno lo explicaba el hecho de ser la capital angostureña el centro finan­ciero y proveedor de los numerosos campamentos mineros del Sur.
Setenta y cinco aeronaves en el parque y 150 pilotos activos estaban a la vista en el Aeropuerto de Ciudad Bolívar, pero en La Paragua, encrucijada para el transbordo de carga y com­bustible hacia dichos campamentos mineros, las operaciones de aterrizaje y despegue de avionetas de empresas aerotaxis era igual o superior al que se registraba en el aeropuerto de Ciudad Bolívar.
Llevando la carga por tierra desde Ciudad Bolívar hasta La Paragua, los aerotaxis se ahorran 40 minutos de vuelo. Sin embargo, este aeródromo con 900 metros de pista asfaltada care­ce de control, no obstante estar autorizado. La única autoridad allí presente por razones de seguridad y de la cual se sirve la supervisión de Aeronáutica Civil para esos imprevistos, es la Guardia Nacional. Por falta de personal y de cursos técnicos, el Ministerio sólo ejerce control directo sobre contados aero­puertos.

EMPRESAS DE AEROTAXIS
Los vuelos hacia el interior de Guayana los inauguró Aeropostal en mayo de 1.930 con aviones franceses Lecoere-28 que hacían escalas en Upata, Guasipati, El Callao, Tumeremo y Santa Elena, pero no fue sino a partir de 1.960, al subir la fiebre y explotación de las mimas de libre  aprovechamiento, cuando comenzaron a operar empresas de aerotaxis. Había, por supuesto, aviones individuales como los de Jimmie Angel y Charles Baughan con los cuales prestaban ser­vicios a comerciantes, exploradores y mineros interesados.
Una de las primeras empresas de aerotaxis fue la TANCA que no debe confundirse con la TACA de Venezuela, a la cual prestó servicios como piloto el capitán Charles Baughan, cuya agencia instalada en 1.946, desempeñaba en Ciudad Bolívar J.G. Ortiz Rodil. Cubría la ruta Ciudad Bolívar, San Tomé, Anaco, Barcelona, Maiquetía.
La TANCA era de Marcelo Dos Santos y operaba con aviones Cessna 185 y un Curtis que posteriormente fue robado en 1.968 siendo Orlando Sindoni. Jefe del Aeropuerto. Dos pilo­tos norteamericanos hicieron buena oferta a Marcelo y cuando salieron a probar el Curtis, despegaron con rumbo desconocido hasta ahora. Que se sepa, es el antecedente más lejano de la racha de robos y secuestros de avio­nes que ha venido ocurriendo última­mente.
A la Tanca de Marcelo, quien pereció trágicamente en Guaniamo, le siguie­ron otras empresas basadas en Ciudad Bolívar, entre ellas, Aeroven, registra­da por el Capitán Chaves que operaba con aviones Cessna 185, Dornier de fabricación alemana y D-18. Este Capitán, al cual le sucedieron sus her­manos en la empresa, se vio seriamen­te implicado en el atentado contra el Presidente de la República, Rómulo Betancourt. Se le acusaba de haber tra­ído desde Nicaragua en un avión Curtis de Ransa la bomba que a control remo­to fue disparada contra Betancourt en la avenida los Próceres de Caracas y en el que también estuvo implicado un hermano del historiador Horacio Cabrera Sifontes.
El Bachiller Noel Valery, quien había sido Gerente de  la Embotelladora Orinoco, fabricante de la Coca Cola, fundada por su Padre en el Paseo Orinoco, probó suerte más tarde metiéndose en el ramo comercial de la aeronáutica. Al efecto, fundó la empresa de aerotaxis COMERAVIA con aviones Cessna 185 y D-18 Y Dornier. Luego la tras­pasó al Capitán Rivas López, conocido como "El Abuelo" entre sus camaradas. Del capitán Reyes Muñóz, quien pere­ció trágicamente al despegar un avión Baron, en la pista de Puerto Ordaz; Tranaca, de la señora viuda de Dos Santos; Aerocaicara (1.988) de José de la Cruz García; Excursiones Canaima (1.980), de los Hermanos Jiménez, sólo para turistas; Ciaca, del ingeniero Manuel Silva Figueroa, tiene taller y escuela y tras la muerte de su fundador la regentan sus herederos; Saeta, de Humberto Salicetti, vendida a la Oriental de Aviación con base en Cumaná; Aerotuy, de Peter Boutton, opera desde 1.987. De esta empresa dedicada al turismo nacional depende el Campamento Antabare al noreste de la pista de Canaima; Aeroselva, empre­sa de Boris Valdivieso (1.989) y Convalles, la más recientes (1996) de Alberto Vallés Gutierrez.

MANTENIMIENTOY SEGURIDAD
Cuando usted llegaba al Aeropuerto "Tomás de Heres" se asombraba de la cantidad de aeronaves  que entraban y salían, que estaban paradas o en mantenimiento en los  talleres aeronáuticos existentes Operadores de la Torre comentaban en tertulia  que entre 11 mil y 12 mil oscilaba el número mensual  de operaciones de la Torre de Control entre salidas y entradas, controle de posiciones dentro del llamado T1N pues hay que tomar en cuenta que vuelos hacia el Sur provenientes de cualquier parte del país o de fuera son controlados de esta área terminal de Ciudad Bolívar.
         Por supuesto, tal número de operaciones no compensa la  capacidad de  funcionamientos del aeropuerto local traducida en falta de personal técnico y de mantenimiento, a la cual se agrega insuficiencia como la de Búsqueda  y Salvamento y del Cuerpo de Bomberos aeronáuticos.
         El Cuerpo de Bomberos está incapacitado  para atender con eficiencia y prontitud  casos de emergencia, generalmente porque no dispone de un stock de repuestos  y de un servicio de mantenimiento permanente  de los equipos.  Carece de ambulancia  por lo que debe acudir a los Bomberos Municipales  en casos de heridos o enfermos para transportarlos por vía aérea.
         El problema de mantenimientos y conservación general y en el mismo está involucrada la seguridad y la aeronavegación que subrayarían en el mejor de los casos, por ejemplo,  un buen sistema de balizaje, cabeceras de pistas despejadas, bien señaladas y rampas sólidas.

LAS PISTAS 06.24 Y 12:30
La Pista Principal, la 06.24 (1.800 metros), está en malas condiciones. Requiere de repavimentación, drenaje, pintura y señalización en la zona de contacto. El agua suele empozarse cuando llueve hasta cinco centímetros y el cono de aproximación se halla obs­taculizado por árboles boscosos. Es obvio lo importante que significa la conservación permanente de esta pista, toda vez que la alterna, vale decir, la 12:30 (1.200 metros), se halla cerrada desde hace treinta años porque autori­zaron o permitieron construir edificios en la zona de aproximación por una cabecera y, por la otra, porque el Cuartel Tomás de Heres o Fuerte Cayaurima prohíbe vuelos por encima de sus predios.

300 PISTAS OPERAN ILEGALMENTE

En a Estado Bolívar operan 300 pis­tas aeronáuticas, de las cuales 42 están legalmente autorizadas. Las restantes no lo están pero en ellas operan libremente los pilotos que cubren las rutas de la selva. Las empre­sas de aerotaxis que arriesgan sus uni­dades, lo hacen por el beneficio econó­mico que reporta el comercio de las minas, pero deben pagar una prima especial a las Aseguradoras, en previ­sión de accidentes, lo cual es factible dado que esas pistas no han sido auto­rizadas, precisamente, por no reunir el mínimo de seguridad.