domingo, 27 de abril de 2014

ENTREVISTA CON EL PINTOR ALEJANDRO OTERO

WTOPICOS

Alejandro Otero, quien tenía tiempo sin reencontrarse con la ciudad de su adolescencia, volvió el 26 de abril de 1985, a reconciliarse con ella. Antes sentía que la capital estaba muy descalabrada por descuido de los propios guayaneses y sentía un poco de rencor.
         Ahora que volvía a recibir el premio más alto: la Orden Congreso de Angostura, encontraba que Ciudad Bolívar estaba rejuvenecida, que le estaban poniendo cuidado.
         “Siempre me entristeció mucho ver la ciudad distinta, tan castigada. Pero me doy cuenta que se le está ayudando a remozar. Pienso también que las ciudades como la gente les tocan los destinos más inesperados”.
         Entonces Alejandro Otero (en la foto con José Rosario Pérez y Américo Fernández)  exponía en el Museo de Arte Contemporáneo y  no esperaba que fuera una respuesta tan entusiasta, tan cercana, tan conmovedora, tan tierna. “A mí lo que me conmueve es la ternura, eso me tranquiliza, me hace feliz, y me hace sentir como uno de ellos”.
         Se refería el artista, nacido en El Manteco, a la ternura de la gente que desfilaba por el Museo para percibir el mensaje de sus 700 obras que, de ninguna manera, eran todas las que ha hecho sino una selección de cada momento de su trayectoria.
         Esta exposición nos dijo Otero, mientras caminaba la ciudad recordando los lugares de su adolescencia, “ha sido como un reto a mí mismo. Yo me comprometí con el grupo de los Disidente a una acción, a una tarea que está llegando a cuajar y ahora estoy entregando esa cuenta” La mayoría de la gente que me encuentra me dice: “Qué maravilla que usted sea venezolano” y me tratan como uno de ellos.
         ¿Se ha sentido siempre venezolano?   Yo me he sentido toda la vida como un venezolano entre otros venezolanos, pero esta exposición me ha hecho sentir parte del venezolano que es querido por ellos. Y siento que eso es inusitado porque nunca en la plástica había visto que se produjera ese fenómeno así ni mucho menos en mi caso. Toda ha sido muy conmovedora y ha sido muy sorpresivo.
         ¿Cómo cree usted que se podría valorar o situar ese fenómeno?        Yo todavía no he sacado una consecuencia de por qué se ha producido esto y lo que eso significa. Sólo sé que estoy contento y me siento feliz.
         ¿En todo caso qué es lo que más se aproxima como explicación?      Yo quiero creer que la entrada hacia mi trabajo se ha producido a través de las obras nuevas, de las estructura, fundamentalmente. Quiero creerlo porque he realizado una obra para una mayoría, para la gente que entiende o no sabe de arte. He hecho un esfuerzo muy grande por llevar un poco mi trabajo a la gente. Me doy cuenta de eso porque la respuesta más unánime que yo he sentido, se ha producido frente a la escultura “Una flor para el Desierto”. Es la obra capital de la exposición. Hasta los niños de tres años se extasían y se les salen los ojitos al verla. Tiene mucha relación con la ciencia ficción. Yo creo que es por allí por donde ha entrado la simpatía. Cuando se ha encontrado que detrás de esto hay una obra coherente, un trabajo consecuente, una cantidad de años dedicados, la gente ha reaccionado favorablemente y aceptado la totalidad del trabajo.
         ¿Por qué el nombre de “Una flor para el desierto”?         Tú sabes que los nombres son muchas veces casuales. En California cuando hice los últimos cinco proyectos, había observado mucho las características de la ciudad de Los Ángeles, que es una ciudad muy parecida a Caracas, con muchos cerritos llenos de grama, muchos montículos, y a mí se me ocurrió que podía hacer esculturas para ellos. Hice esos proyectos pensando en esa posibilidad del paisaje y oyendo un día hablar del desierto de California pensé que podía ser  “Una flor par el desierto”. Porque se me ocurrió imaginar una de esas esculturas en el desierto.
         ¿Y cuál será el destino de esa “flor” que ha llamado tanto la atención?         Esa obra, en principio, es del Museo de Arte Contemporáneo. Es una obra costeada por el museo. No estoy seguro dónde la vamos a colocar. Ella requiere de ciertas condiciones ambientales, necesita viento, sol, luz y no son muchos los lugares cercanos al museo donde se pueda poner con éxito.
         ¿Y después de esto qué viene? Por ahora quiero ir más lejos en la escultura. Tengo un proyecto que está por allí en secreto y el cual me va a permitir revisar otros proyectos de esculturas, que nunca he realizado y ver de qué manera los llevamos a una expresión más concreta, aunque sean modelos de aproximación y ver si estas ideas ya resueltas tienen otros desarrollos.
         ¿No cree que a Ciudad  Bolívar le haga falta una escultura suya?        Me gustaría hacer una para Ciudad Bolívar. Yo creo, sin pecar de demagogo, que donde esas esculturas se ven mejor es aquí. Creo que los efectos que tiene, por ejemplo, la escultura de Sidor, no los ha tenido una escultura mía en ninguna parte, ni en Washington ni en Venecia, que siendo un marco prodigioso no dan a esas esculturas lo que les da la luz de Guayana. Creo que existe una relación de raíz que hace que aquí funcionen mejor.
         ¿Considera usted que su “Integral Vibrante”, 1969, de Ciudad Guayana está mal ubicada?
La escultura de Ciudad Guayana me encantaría si la pudiera reubicar. Yo creo como tú, que no está bien colocada. Y me gustaría además, hacerla de un material más estable, en acero inoxidable, para que dure unos 25 años. La actual es de hierro y hay que estarla retocando. La escultura que está en el edificio de Interalúmina, sí es de acero inoxidable. Me gustaría también hacer una escultura para Upata, la tierra de mi infancia y otra en El Manteco, lugar de mi nacimiento.


sábado, 26 de abril de 2014

AGUA DE BABANDI PARA EL AMOR



Reportaje de El Nacional 8 de mayo de 1968

El secreto en la raíz
Hombres y mujeres beben en Upata
El agua de Babandí para el amor

La planta crece silvestre a lo largo de la costa del Alto Caroní y del Yuruari y abunda en el embalse de Copapuycito
Rómulo Gallegos hablaba ya en "Canaima- del agua de la Piedra de Santa María al comparar sus efectos con los de la zapoara de Ciudad Bolívar
Comprendido por cien mujeres y recordando a sus 46 hijos, Sixto Betancourt a los 82 años recomienda el agua de babandi

Texto: Américo Fernández
Fotos: Víctor Bayola
 http://stc.obolog.net/multimedia/fotos/305000/304366/304366-166634.jpg
Upata, 7.
(Enviados Especiales).
Upata, la de los antiguos ca­rreros del Yuruari, también, co­mo la pintoresca aldea de Bos­nia, tiene su fuente de juventud eterna. Desde hace poco más de una centuria que han abrevado aquí en su sed de amor miles de hombres y mujeres a quie­nes la naturaleza tornó frígidos o ancianos.
El secreto está en una planta de tallo delgado y muy largo que corre por los suelos húmedos o se arrolla a otros vegetales y cuyas raíces, según los nativos, tienen propiedades afrodisíacas. Esta planta es conocida aquí con el nombre de babandi o "boiban­dee", como le decían los negros antillanos de Martinica que a fines del siglo diecinueve se in­ternaron en la región del Yu­ruari en busca del codiciado dorado.
El babandí abunda silvestre a todo lo largo de la costa del Alto Caroni y del rio Yuruari, pero hay que ser experto para distinguirlo de los otros bejucos de la vegetación selvática. Mu­chos upatenses no conocen real­mente la planta, si acaso las raíces que les ha tocado usar algunas veces. En el embalse de Copapuycito, en la laguna del cerro La Carata y en las mon­tañas de la Piedra de Santa Ma­ria existen ocultos viveros de babandi que sólo unos pocos agricultores upatenses saben distinguir y extraer del suelo para luego vender por encargo a veinte bolívares el kilogramo de raíces.
Upata ha tenido siempre fama del pueblo más alegre de todo el Yuruari, acaso por sus mu­jeres bonitas y por las jaranas y jolgorios que armaban acá los forasteros cuando se diri­gían a las montañas purgüeras y a las quebradas del oro del Cuyuni.
Rómulo Gallegos, en su novela "Canaima" pone en boca de uno de sus personajes —Manuel Ladera— un comentario que ha­bla de la famosa agua de la Piedra de Santa Maria: "Pues ya usted verá si será agradable la fiesta. Aquellos montes azules son los de Nuria y ese farallón es la famosa Piedra de Santa Maria. de donde brota un agua que viene a representar aqui lo que la cabeza de zapoara repre­senta en Ciudad Bolívar: cebo para atrapar forasteros. Ya lo llevaran allá. las muchachas pa­ra bautizarlo con el agua que mana de ese peñón, a fin de que
 se case con una upatense y eche raices aquí. O cargue con ella para donde prefiera, que es lo que a ellas le interesa.
   “Porque Upata, que del tránsito vivía, también el amor tenía que poner sus esperanzas en el paso de los forasteros”.
Upata no solamente es pintoresca  y atractiva por su clima, su valle apacible, su luna, mujeres y colinas, si no también por el agradable y reconfortante sabor del agua que brota de la Piedras de Santa María de Carata y del embalse de Copapuycito. De este embalse depende actualmente el consumo total de agua de la población, no obstante que existe una tubería de acero para llevar el agua desde la Planta de Tratamiento de San Félix, es la opción de muchos nativos de que cuando la Planta de bombeo comience a funcionar la gente, no dejara de ir a la a Copapuycito que quedas apenas un kilómetro, para llenar su garrafón.

Esto no es un secreto descubierto ahora. Cuando el cable trajo la noticia de que en Yugoslavia había un agua que “salvaba matrimonios”, la gente de Upata  sonreía socarronamente, lo curioso es que si se le pregunta a algún personaje de Upata que si conoce o ha probado el babandi, responde inmediatamente  que no; pero si se entra a familiarizarse en la conversación, acabara admitiendo que alguna vez probó el producto por mera curiosidad, la lógica termina demostrando que de la curiosidad se pasó al habito.
    Esto es más o menos lo que nos conversó Carlos Cesar Castro Gruber, un Upatense de 76 años, admirador de Piar y entregado por entero a su vocación de agrimensor. Como buen Upatense, conoce las propiedades terapéuticas del babandi, y nos recomienda leer “Geografía Médica del Yuruary", un libro de Eduardo Oxford López. Donde se habla de la planta.
    Según Castro Gruber, los martiniqueños fueron los primeros en dar a conocer el valor de la raíz del babandi, que más luego industrializo, hasta hacerse de buena fortuna el farmacéutico Antonio Lecuna Bejarano. El farmacéutico Valenciano supo atraves del análisis, de las propiedades afrodisiacas del babandi y obtuvo preparación que ofrecía en su farmacia y le hacía publicidad a través de la prensa de Ciudad Bolívar.  Recordó que un científico Italiano escribió hace años pidiendo raíces de la planta para un análisis.

OCTAGENARIO CON MAS DE 100 MUJERES Y 46 HIJOS RECOMIENDA EL BABANDI


Sixto Betancourt, un andino de 82 años recaló por estas tierras de Upata cuando solo era un recluta lampiño, sirviendo en el ejercito de Castro, elogia la raíz del babandi, cuando cuenta que ha tenido aventuras duraderas con más de cien mujeres, de las cuales ha tenido 46 hijos. De estos 46 hijos han muerto 21 y sobreviven 25. Lo que expresa sin parpadear y con una amplia sonrisa.
    Actualmente Sixto vive con una albina de 26 años que lo cuida y según sus palabras “se siente de el muy agradecida”. Conoce los secretos del babandi y mostrándonos una botella, nos relata cómo se prepara.   

El “Leon de Guacarapo”, el “Negro” Lucio Valdes y Ramon Ilagarra son los proveedores del producto sexy de Upata. A ellos se les hace fácil llegar a los viveros y extraer las raíces que luego venden en haces de un kilo.

Ramón  Ilagarra es un campesino que  expende la misteriosa yerba directamente y por encargo.  Muchos se valen de conocidos del lugar para reclamar el babandi por carta, y es que el babandi o la raíz del babandi curtida en ron o en agua común no es desconocida, goza de tanta fama de afrodisiaco como la Yumnehoa o yohimbina, el Giseng que se importa de la China, la Damiana, etc.

José Díaz vicepresidente del consejo municipal de Upata, quien  nos ayudó por montes y  caminos buscando la fuente de la  juventud. No se cansa de elogiar las bondades de la yerba y nos recomienda entrevistar al  Doctor Luis Jiménez Segura,  quien reconoce que la planta del babandi ha sido en cierto modo atracción turística y fuente de ingresos para Upata. Él nos confiesa  muy cierto que jamás ha tenido contacto con la planta, porque “estoy convencido de que el mejor afrodisiaco es una buena salud y una compañía solicita ”.
-De todas maneras- termino diciendo el concejal- ojala que esto que ha salido a la luz pública convierta a Upata en una especie de Kladanj, donde los hoteles no tienen cupo.


El doctor Gervado Vera Custodio opina que las pro‑
piedades afrodisíacas del babandi no están científica‑
mente comprobadas.

jueves, 24 de abril de 2014

EL ARRENDAJO DEL MAESTRO JESÚS SOTO




         Un arrendajo de los llanos que le regalaron al pintor Jesús Soto lo lloraban  por perdido, pero la alegría volvió al rostro de la familia cuando un hermano del artista lo regresó después que había volado hasta El Callao, a más de 200 kilómetros de Ciudad Bolívar.
         En El Callao vivía y trabajaba para  Minerven el técnico  geólogo Alfredo Soto, hermano del pintor. El pájaro negro con pintas azules y mermellón, intuyó el rastro de su antiguo amigo y allá fue a tener para almorzar tajada, arroz, carne mechada y caraotas negras.  El clásico pabellón- que tanto le gustaba.
         Era un ave increíble, remedaba ciertas expresiones, se llevaba bien con los niños y se engrinchaba de rabia cuando se le acercaban persona que no eran de su agrado.
         Con las mujeres generalmente resultaba amable. También con Soto, su dueño, cuando venía y se lo llevaba al pecho para acariciarlo, con todos los de la familia y especialmente con los niños Alfredo y Marisela, sobrinos del pintor, y quienes le prodigaban cuidados desde que la madre del artista murió hacía cuatro años.
         Lo cierto es que cuando doña Emma murió, le abrieron la jaula al arrendajo para que se fuera, pero el pájaro se quedó rondando la casa, aprendiendo de nuevo a volar por la arboleda del patio, cantando como siempre al despuntar la mañana y chillando a la hora de la comida.
         Hasta el fallecimiento de doña Enma se mantuvo enjaulado y desde entonces, libre como el viento, sólo que nada parecía querer con los otros pájaros. Volaba de rama en rama por los árboles de las casas vecinas y luego se regresaba, inmancablemente a la hora en que la familia Soto se sentaba a la mesa o a las seis cuando el sol comenzaba a ocultarse tras del Puente Angostura sobre el Orinoco.
         Pero, sorpresivamente, hubo un día en que el arrendajo no amaneció bajo su alero habitual.  Nadie sabía el paradero de “Bandido” como lo llaman en casa, comenzó toda la familia a llorarlo por perdido hasta que el técnico geólogo dio cuenta de él. Nadie sabe cómo pudo volar tantos kilómetros para llegar a la vivienda de Alfredo Soto en las minas auríferas de El Callao. Muchas personas en la ciudad lo dudaban y las que no, tejían sus conjeturas. Lo cierto es que el arrendajo tan apegado a la familia del pintor a veces se salía  con la suya. Los vecinos se deleitaban comentando las travesuras del pájaro como si fuera las de un niño.
         Cuando vagabundeaba hasta muy tarde fuera de la casa y se le dificultaba el regreso, chillaba hasta más no poder para que oyera el vecindario y diera aviso a su casa. Entonces  el sobrino de Soto se apresuraba a su encuentro. Cuando el árbol era alto y no podía treparlo, utiliza una escalera siempre a la mano para esa tarea.
         Soto cuando escribía desde Parí, desde España o los Pirineos, siempre tenía  un saludo especial y muy tierno para su viejo arrendajo. Era el único sobreviviente de varios que hacía años, por los días de la Semana Santa, lo trajo su otro hermano “El Negro” desde los llanos de El Tigre.
         Era el consentido de la casa y un vez el perro “Tomy” un poco celoso, lo sacó de la jaula y pensaba engullírselo cuando el arrendajo dio unos chillidos tan fuertes que despertó a todo el vecindario. Entonces quien iba a morir era el perro que de la tunda que llevó pasó casi una semana fuera de casa.
         Alfredo Sadel cuando estuvo en Ciudad Bolívar acompañando a Soto en la inauguración del museo, se entusiasmó con el pájaro y le ofreció a doña Emma cinco mil bolívares, pero “Bandido” no estaba en venta. Sadel ignoraba que el pájaro fuera de Soto.
         Irma Soto, la maestra hermana del pintor, se quejó en cierta ocasión que si “Bandido” la cogía de nuevo por irse para El Callao, se vería obligada a enjaularlo o decirle a Soto cuando vuelva que se lo lleve para Los Pirineos.

lunes, 21 de abril de 2014

ENTREVISTA CON EL PILOTO QUE LLEVÓ A JÓVITO AL EXILIO



El capitán Jesús  Guzmán López, el hombre que llevó a Jóvito Villalba al exilio después de las elecciones de 1952 usurpadas por la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, abandonó la aviación porque la edad se lo exigía.
Se había resignado a ver volar los aviones desde su quinta de la avenida Marmión en cuyo frente se ve una enorme placa del Instituto de Oficiales de las Fuerzas Armadas en situación y disponibilidad de retiro. Es que Guzmán López era  delegado regional de la institución porque él antes de dejar ser piloto civil lo fue de la Fuerzas Aéreas desde el año 30 cuando ingresó hasta 1946 cuando se retiró.
-Y porque te retiraste?
-Para aceptar una importante oferta en la Línea Aeropostal.
..Qué Jerarquía tenias cuando te retiraste?
-Era subteniente y jefe de la Escuela del Aire.
-Y Cuándo llegaste a Ciudad Bolívar?
-En 1960 al servicio de Aeroven. Luego trabajé con la empresa Lebca.
-Cuántos años en la aviación y cuántos accidentes?
-Cuarenta años.  Accidentes muy pocos y sin mayores consecuencias.
-Porqué te   llaman "El Zorro de la Gran Sabana"?
-Ese apodo realmente era del piloto Juan Venegas, quien sufrió un accidente aeronáutico con cuatro pasajeros, aquí mismo en Soledad y luego me transfirieron el remoquete, tal vez por mi habilidad y pericia maniobrando sobre las rutas de la selva guayanesa.
-Eres político, perteneces a algún partido?
-Soy asépticamente independiente.
-Pero por allí dicen que fuiste perezjimenista?
-No que va, lo que pasa es que hay una confusión porque a mí me tocó, siendo piloto de Aeropostal, llevar  a Jóvito Villalba al exilio después de las elecciones de  1952 en las que URD le ganó las elecciones a Copei y al FE1 que era el partido del gobierno.   .
-Bueno, cuéntame ¿cómo fue eso?
-Bueno, que mi General se alzó con "el coroto" y Pedro Estrada me obligó a trasladar a Villalba y a otros dirigentes fuera del país.
-Cuándo y cómo ocurrió?
-Creo que fue en la mañana del 16 de diciembre de 1952 cuando todo el mundo esperaba los resultados electorales. Yo estaba en la casa y a las 3 y media de la mañana me llamaron porque tenía un vuelo especial y me hicieron bajar a la Carlota  Yo no sabía lo que estaba pasando y cuando lleguo al aeropuerto me encontré con la orden de llevar al exterior sin rumbo fijo a un grupo de dirigentes políticos.
-Quiénes eran?
-Eran ocho personas: Jóvito Villalba, Luis Hernández Solis, Ramón Tenorio Sifontes,  Humberto Bártoli, Víctor Rafalli, Raúl Legórburu y  Jesús Medina Sánchez.
-Y por fin adónde los llevaste?
-La orden que yo tenía era de llevarlos a cualquier parte que ellos quisieran y le pregunté a Jóvito dejándole entrever que estaba dispuesto a dejarlo en cualquier lugar de Venezuela si así lo deseaban.
-Y qué te respondió Villalba?
Prefiero salir del país, la vía será Panamá y yo le dije pues el destino será Panamá aunque yo preferiría me pidiese lo dejara otra vez en Venezuela.
-Fue fácil llegar a Panamá, no tuviste problemas?
-Antes de que aterrizáramos ya el gobierno panameño  estaba en cuenta, pues yo había llamado por radio a la altura de Maracaibo diciendo que iba rumbo al istmo para que arreglasen todo. Por cierto, que a bordo yo llevaba una gran cantidad de dinero para cada uno de los que iban en el avión incluyendo a Jóvito Villalba.
- Y cuánto le entregaste a Jóvito?
- Nada porque nada quiso recibir.  El paquete de dinero destinado a Jóvito lo regresé al gobierno tal cual cuando llegué de vuelta a Venezuela. La constancia de que el dinero lo devolví, la tiene J6vito pero todavía no me ha dado las gracias.
-Y los otros dirigentes de URD recibieron dinero?
-Si
-Cuánto?
-No recuerdo, pero era bastante.
-Cuántos paquetes con dinero eran?
-Ocho.
--Más o menos qué cantidad tocó a cada uno?
-Bueno, era que unos tenían más que otros.
-Y quien te entregó ese dinero?
-Un funcionario del gobierno enviado por Pedro Estrada.
-Has memoria ¿Cuántos bolívares?
-No eran bolívares, eran dólares.
-Pero cómo es posible que no te acuerdes de la cantidad?
-Si hubiera sido una sola entrega quizá, pero el paquete menor tenía más de diez mil dólares.
- Qué le dijiste a Pedro Estrada cuando le devolviste el dinero destinado a Jóvito?
-Aquí está este dinero que sobra.  El doctor Jóvito no lo quiso recibir y yo espero que me den un recibo para resguardo de mi nombre más adelante.  El mismo Pedro Estrada ordenó a la secretaria a que me extendiese el  recibo.
-Cuánto dinero constaba en el recibo?
-Yo no recuerdo pero Jóvito si sabía porque el tenía el recibo.
-Cómo llegó a manos de Jóvito ese recibo?
-A través de una hermana mía amiga de un médico amigo de Jóvito.
-Y cuándo recibió ese recibo?
-Después del 23 de enero de 1958 que regresó del exilio.

sábado, 19 de abril de 2014

DEL CARROMATO AL AUTOMÓVIL




En la Ciudad Bolívar de ayer, las distancias largas se cubrían sobre bestias y embarcaciones. Con la introducción de la rueda surgió el carromato, luego vino el Coche y seguidamente (1904) el primer automotor.


            La Guayana colonial no supo del transporte de rueda. Humboldt lo observa sorprendido en 1800, año en que el transporte se hacía en barco y a lomo de burro, mula, buey o caballo. La guerra de Independencia que permitió mayor penetración comercial de países distintos a España, como Inglaterra y los Estados Unidos, dio a conocer la rueda, invento mesopotámico que estaba siendo aprovechado fabulosamente en la industria del transporte.
            Los primeros medios de locomoción y transporte conocidos por los bolivarenses fueron el wagon o carromato, no más que una troja montada sobre cuatro ruedas tiradas por seis u ocho puntas de bueyes. Lo conducía un experto llamado carrero o arreador, provisto de una caña delgada que tenía en la punta un clavo con el cual lastimaba a los animales cada vez que se retardaban en la marcha.
            El carromato se destinaba a carga pesada y de mayor cuantía, y para la liviana se utilizaba el Ruleto, carro de dos ruedas tirado por dos o tres yuntas de bueyes. Luego en 1900 surgió el carro de mulas, mucho más rápido.
            El transporte tirado por animales revolucionó el comercio agrícola, pecuario y minero de Guayana. Famosos en la historia regional son los Carreros del Yuruari, que transportaban mineros y oro entre Puerto de Tablas (San Félix), Upata y el Callao. Las jornadas eran largas y penosas, sobremanera en tiempos lluviosos.
            Como la ciudad se reducía a la superficie de la colina con calles empedradas y canaladas, sus habitantes preferían caminarla antes que utilizar otros medios como el Coche, por ejemplo, ya conocido en Caracas. Uno de los primeros coches llegados a la ciudad perteneció a don Antonio Liccioni, con el cual daba paseos por las afueras.
            Las vías apropiadas para paseos en coches Fhaeton y Victoria eran las calles Orinoco y Alameda hasta el Dique. En 1911 se inauguró el paseo 5 de Julio que permitía en cierto modo darle la vuelta a la ciudad y proseguir por caminos que conducían hasta los Baños de La Mariquita y San Rafael.
            Entre las empresas de Coche más importante estaban La Moderna de Luís Felipe Contreras (moderna porque las ruedas de sus coches eran de goma), la de Joe Patrick y Francisco Piraldi.
            El 26 de octubre de 1904, con motivo de la inauguración del Hipódromo, se trajo a la ciudad el primer transporte colectivo de pasajeros, un ómnibus, el cual se estrenó para llevar pasajeros, desde la cantina El Oasis de la calle Orinoco hasta el Dique y el Hipódromo. Su administrador, Francisco Piraldi, lo alquilaba también para excursiones de 6 a 4 de la tarde. El 8 de septiembre de 1905, el servicio del ómnibus fue extendido hasta el Morichal el Prado.
            El 21 de agosto de 1908, la Municipalidad dispuso mediante decreto el registro de los carros bueyes de dos ruedas llamados ruletos, los cuales eran utilizados por sus dueños para conducir a la ciudad, queso, carne, palmas, carrizo, casabe, papelón, maíz, frijol y vituallas, entre otros productos de los fundos.
            El primer accidente en Coche lo sufrió Victor Manuel Silva Carranza al desbocarse el caballo del coche que conducía. Más luego se previno públicamente contra los accidentes que pudiera originar en calles de la ciudad, la temeridad de quienes enganchaban caballos cerriles para tirar coches a objeto de domarlos.
            El primer automóvil lo introdujo en la ciudad en medio del alborozo y gran curiosidad popular, el comerciante corso Ángel Santos Palazzi, el 6 de marzo de 1913, y poco después tuvo que cederlo a Andrés Juan Pietrantoni, Presidente de la Electricidad de Ciudad Bolívar, cuando debió ir a pelear y morir en Francia en la Guerra del 14. Se trataba de un Dion Bouton, marca francesa, al que le siguieron los Ford americanos y canadienses que rápidamente se multiplicaron. Un año antes había llegado a Caracas desde La Guaira y por la carretera vieja en construcción, el primer automóvil, propiedad del General Raimundo Fonseca, quien había sido Presidente del Estado Bolívar en 1886.
            El 21 de abril del mismo año se introdujo el segundo vehículo. Lo trajeron los empresarios Navarro y Carrillo León, conducido por Luís González Jordán, a objeto de inaugurar con él un servicio de pasajeros que cuatro meses después reforzó un ómnibus-camión y un automóvil de paseo. En la ocasión (primero de agosto de 1913) reseñó el diario “El Luchador”: “Ya son cuatro los automóviles que transitan por nuestras calles. Signo de progreso cierto son estos vehículos que poco a poco y en número suficiente irán acelerando el movimiento de la ciudad”.
            Al establecerse este servicio, la Municipalidad se apresuró a sancionar una tarifa para paseo y carga. Paseo 5 de Julio, Bs. 0,50. Paseo a La Mariquita, Bs. 2. Por 46 kilogramos de carga dentro del perímetro de la ciudad, Bs. 0,37 y fuera del perímetro, Bs. 0,50. Por primera hora de paseo de lujo, Bs. 20 y Bs. 16 las horas subsiguientes.
            1913 vino a ser el año en que se desató la fiebre del automotor en la ciudad y los comerciantes y empresarios importantes inmediatamente se pusieron en sintonía con la gran novedad y fueron combinando, cuando no sustituyendo, los coches de tiro con el automóvil.
            Los paseos a La Mariquita que era uno de los parajes naturales más sugestivos de la ciudad, se inauguraron el domingo 10 de agosto de 1913.          Para 1914, coches y autos se desplazaban por calles y Paseos de la ciudad, lo que obligaba al Gobierno del Estado y Municipalidad a remodelar y mejorar la vialidad. Adaptar los transeúntes y animales de tiro a la realidad de los automotores fue todo un  proceso lento y gradual hasta que al final carromatos y coches comenzaron a extinguirse a partir de los años treinta o mientras subsistió en el Callejón Dalton (calle Piar de Ciudad Bolívar) la famosa Herrería de Humberto Bates, especializada en reparación y fabricación de vehículos de tracción de sangre. Humberto Bates fabricaba carros para mulas, ruletos y wagones. Asimismo, unas ruedas especiales para rodar por arenales y espuelas para la explotación del balatá, estilo inglés o como las muy prácticas de Demerara.

 


Ancla 1.
El  primer accidente
En 1913 ocurrió el primer accidente por arrollamiento y en el cual fue responsabiizado el germano Georg Wantzelius. Este se produjo en el Paseo 5 de Julio, resultando la niña de 12 años, María Ignacia Franco, con aporreos generalizados y fractura en la pierna izquierda.
Al reseñar este primer accidente automovilístico, el Luchador señaló que “La infeliz víctima de la velocidad que desarrollan los automóviles, particulares en las afueras de la ciudad, fue conducida al Hospital Ruiz, donde fue debidamente atendida por los doctores García Parra y Blanco Ledezma. Es de oportunidad, ya que desgraciadamente se cuenta una víctima de la carrera desenfrenada de los automóviles, recordar a los conductores, sea dueño o chauffer, la obligación de hacer sonar la bocina, que para el efecto llevan, no sólo en las bocacalles, sino en todos aquellos sitios que puedan ser de peligro para los transeúntes”.


Ancla 2.
Llegada del primer auto a Soledad
La llegada del primer automóvil –un Ford- a Soledad causó gran revuelo y el vespertino El Luchador publicó la siguiente información:     “Automóvil en Soledad sin precedente. Es la gran facilidad que proporciona hoy en Soledad, el famoso Ford que acaban de recibir por el último vapor americano los señores Bermúdez Hermanos y Francisco Palermo, con lo cual quedan evitadas las molestias y dificultades que sufrían los bañistas deseosos de saborear las caricias de los inmejorables chorros del río La Peña y los no menos famosos chorros de La Romana en donde más de un enfermo de allende y de aquende el Orinoco, han encontrado en sus aguas termales la salud deseada que no lograra devolverles la ciencia y paciencia del mismo Yaguarín.