Publicado en la revista
“Orinoco” fundada por Américo Fernández y Gladys Figarella
Único sobreviviente de toda una generación de maestros modeladores de nuestra cultura y forjadores
de ciudadanos útiles.
Con sus sesenta y dos años (1965) a cuestas cumplidos hace algunos días, satisfecho de medallas y diplomas
que hablan de una labor honesta y valiosa dentro del magisterio provincial, rodeado del afecto de sus hijos
que aprovecharon a tiempo el caudal intelectual y material acumulado por su padre, al lado de su esposa cuyo color, forma y temperamento reflejan el exotismo corso de sus ascendientes, apegado al quehacer recreativo de la "ratonera" convertida ahora en refresquería y quincallería
heredada de sus progenitores, cuidando con esmero el breve jardín sembrado en
el traspatio de la casa, leyendo de vez en
cuando un buen libro de las ciencias
perfectas, elucidando reminiscencias que valen un millón de atención, poniendo a cada acto la chispa de su temperamento chusco y agridulce, encontramos, a esta altura de
la civilización, al "Bachi"
Pérez, mejor decir, al. Bachiller Ramón Antonio Pérez Santamaría, sentado en su mecedora anticuada
de paleta, en la casa de la esquina donde nació el 21 de abril de 1893.
Semisentado, podríamos decir, porque el "Bachi" Pérez —como lo han bautizado
varias generaciones de estudiantes—, no es personas, a pesar de su edad, de estar con el cuerpo acomodado todo el día
en la silla mecedora. El profesor Ramón
Antonio Pérez debe levantarse cuantas
veces se le ocurra al viandante
detenerse a la puerta del "Oasis" para comprar un refresco, un jugo, una docena de botones o
tres varas de cinta rosada. Hay personas que
se detienen y no compran nada, se explayan en conversar con el profesor de pelo cano y caminar lento. Había una señora toda forrada de negro que contaba al
Profesor, en forma
animada, las peripecias de su hijo estudiante.
Otras dos que parecían maestras, luego de
ingerir sendos refrescos, contemplaron
sobre el muro el retrato a color del
hombre de la campana y criticaron al
Bachiller su presunta filiación
política. "Esas son cosas de Pauline", replicó reflexivo el Profesor, añadiendo: "Yo no he sido ni soy político, jamás me ha gustado construir escalones para que
otro suba".
Exacto, el Profesor Ramón
Antonio Pérez no ha conocido, sentido ni
tenido otra filiación que la del magisterio. Para él ha sido la más noble, la más humana e interesante y a la que entregó más de la mitad de su vida. Se inició en la enseñanza, no como muchos de los empíricos que todavía pululan agonizantes y achacosos por nuestras aulas, sino como un
verdadero profesional.
Graduado de Bachiller en Filosofía y Letras en el Colegio Federal de Varones
de Ciudad Bolívar —cifraba entonces 17 años—, se dedicó a la enseñanza en el aula de una Escuela Estadal dirigida por don Luis Moreno. Junto con Alejandro Fuenmayor fundó las Escuelas "Heres" y
"'Lea", primeros institutos
graduados de Ciudad Bolívar, para varones y hembras respectivamente. Esto fue en 1912, siendo Ministro de Educación el doctor Guevara Rojas. En 1917 comenzó a alternar la
educación primaria con la cátedra de
educación secundaria en el Colegio
Federal de Varones que luego pasó a
ser el hoy Liceo Peñalver.
Fueron 44
años seguidos, dedicados integralmente a la
enseñanza, a la noble misión de
forjar ciudadanos libres y útiles al
progreso de la nación. El actual
Ministro de Obras Públicas, Ing.
Leopoldo Sucre Figarella; el
Ministro de Educación, doctor J. M. Siso Martínez; el traumatólogo
eminente y actual Gobernador de Carabobo,
doctor Jorge Figarella; el Cronista de la ciudad y sacerdote meritorio
Monseñor Constantino Maradei Donato, el Presidente de la Municipalidad de
Heres, bachiller Noel Valery y otras personalidades distinguidas que escapan a
la premura del reportaje fueron modeladas durante las primeras enseñanzas por este Profesor, único sobreviviente de
toda una generación de maestros cimentadores de nuestra cultura y forjadores de ciudadanos útiles, a la que pertenecieron María Antonia Mejías, Dr. Oscar Luis Perfetti, Dr. Carlos Emiliano Salón, José Luis Aristiguieta, Felipe Hernández, Adán Blanco Ledezma y otros.
Del Bachiller Pérez se cuentan
variados chascarrillos que forman
todo un legajo de su época brillante
de Profesor. Los estudiantes de
ayer y de hoy los celebran con gracia
inusitada. De tiempo en tiempo avivan
en el recuerdo y entonces se abre
una como detenida admiración por esta personalidad
cumbre del magisterio.
Cuentan que el Bachiller Pérez, estando en
su cátedra de matemáticas explicando una
operación de quebrados, pasó uno de
sus alumnos a la pizarra y le dictó
la siguiente cifra: "Escriba, por
favor, 3/4". El estudiante tomó
la tiza y escribió primero un tres,
luego trazó una raya y finalmente
colocó debajo el cuatro. Impaciente
el Profesor por la forma incorrecta
como el alumno escribió la cifra,
sacó una silla de la fila e invitó al estudiante a sentarse. Cuando el alumno
quiso hacerlo, el Bachiller oportunamente sacó el asiento y el infortunado se desplomó en el suelo. "Ajá
—sentenció el bachiller en medio de
la hilaridad estudiantil—, ¿vio lo que le pasó? Eso mismo le pasaría al 3 del quebrado si usted antes no le
coloca la rayita".
Nos recuerda el
"Bachi" Pérez como algo especial, ya para terminar la
conversación, que él nació un año después de la creciente más grande registrada
por el río Orinoco en el año 1892. Su padre era un humilde pulpero, aficionado a la fotografía, a la orfebrería y a la flauta. Nació en la misma casa donde todavía vive, frente a la Plaza Miranda y que para entonces era un peladero de cuyo centro emergía un señorial farol de seis brazos que por las noches disparaba sus luces mortecinas
de kerosén.
Con este combustible se alumbraba la ciudad en aquella época, la luz eléctrica
vino en 1911, centenario primero de la Independencia, bajo
la administración del General Tellería. El servicio de luz eléctrica tenía entonces un precio insignificante comparado
con el de nuestros días: larga diferencia
que parece sacudirnos de un largo y profundo sueño.
El Profesor Ramón Antonio Pérez Santamaría, el célebre "Bachi" Pérez del
Colegio Federal de Varones y del Liceo
Peñalver, es un hombre activo y
diligente a pesar de su avanzada edad,
de contextura aparentemente fuerte, color trigueño, ojos grande/ entornados,
profundamente humano y de un espíritu admonitivo modelado a fuerza de corregir
y orientar adolescente en las aulas de los diferentes colegios que se honraron
con el paso de maestros insignes.
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