domingo, 25 de mayo de 2014

EL ZANJÓN DE BARRIO A PARQUE

Reportaje publicado en el diario El Expreso el 12 de octubre de 1989.

           Casas en el Zanjón Casco Histórico de Ciudad Bolívar

·        Un conflicto de conceptos parece entrabar la ejecución de un proyecto financiado por el Instituto de Cooperación Iberoamericano con motivo de  quinto centenario del descubrimiento de América.

-Américo Fernández-
-Fotos de Henry Corradine-


Los habitados cerro El Zanjón, El Chivo y Temblador conforman prácticamente una unidad topográfica de atractivas calidades y posibilidades pai­sajísticas que refuerzan su valor e interés social por estar dentro del llamado Centro Histórico de la ciudad.
Esos cerros son barrios muy pintorescos, no de ahora sino que se han formado desde los momentos primigenios de la capital de la provincia. En un plano de la ciudad levantado en 1817 ya aparecen El Zanjón y Temblador con el nombre arrabales.
En el lapso de su gestión 1964-1967) el gobernador Pedro Battistini Castro acarició por primera vez la idea de darle a El Zanjón el tra­tamiento de un parque y al efecto expropió varias viviendas, entre ellas, la popular Casa de Tejas, para restaurarla y destinarla a una biblioteca. Pero como los gobernadores duraban tan poco en este Estado, la idea se frus­tró al ser sustituido Battistini.
Con la declaración del Casco urbano de la ciudad Monumento Público Nacional y la de­cisión de revitalizarlo ante la proximidad de la celebración del quinto centenario del desc­ubrimiento de América, los cer­ros El Zanjón, El Chivo y Temb­lador volvieron a llamar la atención de los urbanistas y se decidió, dada sus característic­as naturales muy peculiares, transformarlo en un parque para cuyo financiamiento se ofreció  el Gobierno de España a través  Instituto de Cooperación Iberoamericano.
Se anunció entonces como  uno de los proyectos más atractivos de la Oficina Técnica Centro Histórico. El  ICI asignó su primer aporte para  iniciar las obras civiles: electricidad, sanea­miento, camineríaS y reubica­n de 30 familias que afectan la zona.

EN LOS PARQUES
LA NATURALEZA ES LIBRE
La Oficina Técnica que elaboró el Proyecto, lo hizo partiendo del clásico concepto de lo que universalmente se en­tiende por Parque: "Lugar donde se deja a la Naturaleza en absoluta libertad, sin que el hombre intervenga para nada, pues su acción se limita a construir caminos y refugios que permitan al visitante la re­creación, el reposo y, en fin, admirar cómodamente los más hermosos panoramas".
Indiscutiblemente que El Zanjón reúne todas las condi­ciones de un parque, espe­cialmente por la extraordinaria visual del Orinoco, por las pie­dras monumentales que juegan con los árboles en intrincado laberinto deparando las más insólitas sorpresas naturales. Pero entre piedras y árboles el hombre ha construido vivien­das y hecho de ese ambiente tan próximo a la Plaza Bolívar y la Catedral, su habitad por casi dos siglos. Entonces, ¿hay que desalojarlos?

LA COMUNIDAD SE RESISTE
Los moradores de los cerros El Zanjón, El Chivo y Tembla­dor alegan que ese concepto de Parque no es válido para esa zona, pues sus peculiaridades son únicas, toda vez que allí las pocas vi­viendas existentes forman parte bio-arquitectural dentro del contexto paisajístico. Esas humildes viviendas de gente buena, de gente sana y trabaja­dora que emerge entre las pie­dras y árboles humanizan de una manera emocionantemente sensible lo que de por si es un Parque, un Parque con sus ca­racterísticas muy legítimas que no hay porque desecharlas.

BIENVENIDO EL PARQUE
PERO NO A COSTA NUESTRA
La idea del parque es bienve­nida para los moradores de El Zanjón, pero no a costa de su salida de allí.
-La comunidad -dice la antro­pólogo María Eugenia Villalón, presidenta de la Asociación del Casco Histórico- comparte y acepta el Proyecto, pero en el sentido de sanear y realzar la topografía y el paisaje   Lo que le preocupa es el aspecto del Proyecto que propone que pretende eliminar la presencia humana de los cerros.  Es decir, que si el proyecto sigue adelante tal como originalmente se concibió , en  El Zanjón no quedarán sus tradicionales habitantes ni menos una vivienda en pie. La decisión ya tomada de despoblarlo, realmente nos luce absurda.
Considera la comunidad que la presencia humana no es in- compatible con la idea de un Parque y, es más, piensa que la presencia de viviendas y personas dentro del mismo le daría calor humano permanente a ese paisaje.
Por otro lado, estima que El Zanjón constituye parte de la zona decretada Centro Histórico Nacional. Un barrio tradicional, el más antiguo que tiene la ciudad, con expresiones culturales propias valiosas que no hay porqué eliminar. En fin, el proyecto arquitectónico, aún cuando escasamente conocido o explicado, no es incompatible.  La justificación técnica o arquitectónica  en cuestión, no tiene porque hacer imprecindible tumbar las viviendas y sacar la gente.

¿UN ANTRO DE MALANDROS?
Trino Sánchez, artesano uno de los habitantes más antiguos de El Zanjón, nos comenta  que hay gente importante en esta ciudad que alega que el cerro es "un antro de malandros".
-Pero -afirma sin equívoco que es una percepción referencial totalmente errada. Tanto cerro El Zanjón como El Chivo  y Temblador, conforman el barrio más sano y también más tradicional de la ciudad,  Acaso venga por herencia cultural de sus primeros habitantes, entre ellos, la familia Contasti Gerardino de destacada figuración en el seno de la sociedad angostureña.

SEMEJANZA DE LA ENCARAMADA CON EL ZANJON
Otro de los habitantes de El Zanjón bastante conocido en la ciudad es el poeta Jesús Colina uno de los que desde el primer momento que se anunció la intervención de El Zanjón, alzó su voz contra la decisión de desalojar del cerro a sus habitantes tradicionales.
Comenta el poeta a manera de ilustración en que en estos días se fue a La Encaramada (paraje de pescadores en la ribera opuesta del Orinoco-Soledad y se emocionó al ver los rostros tan auténticos del medio. Rostros que aún no han perdido el rasgo antiguo de sus ancestros.
Esta comunidad tan auténtica de pescadores, tan arraigados en el ambiente, es lo que importa , lo que viene a ver el turista si es que de turismo se trata  De suerte que es también lo que importa en el caso de El Zanjón.  La humanización de ese paraje es vital,  Lo que hay que hacer en todo caso es concienciar  a la gente del lugar para que participe y coadyuve a la conservación y mantenimiento del ambiente partiendo de la convicción de que el 99 por ciento de los moradores es gente sana.

REFORMULACION DEL PROYECTO
La presidenta de la Asociación de Vecinos del Casco Histórico y demás miembro de la directi­va. han hecho, aunque infructuosamente hasta el mo­mento, gestiones para ser re­cibidos por la arquitecto Elisa Guedez, coordinadora de la Ofi­cina Técnica así como del Gobernador Luis Felipe Goubat y próximamente piensan hacerlo con el entrante, a fin de solicitarles una reformulación del Proyecto del Parque El Zan­jón en el sentido de que "en vez de un Parque sin gente, sea un Parque con gente porque tene­mos la experiencia del Parque del Fortín El Zamuro de donde desalojaron a sus habitantes y hoy es una zona totalmente muerta de Ciudad Bolívar".
-No queremos otra zona muerta en la ciudad  propensa a ser convertida en guarida de malandros.
-¿Creen ustedes en conse­cuencia que el parque está deri­vando en un problema social?
-Exactamente, y nosotros planteamos que en vez de uti­lizar la inversión de ese pro­yecto para crear un problema social y dejar a más de 30 fa­milias sin viviendas, este dine­ro sea empleado positivamente en la conservación de las vi­viendas rescatables, consolidando  dotándolas y remodelándolas.

UN AMBIENTE DIDACTICO E HISTORICO
El arquitecto Antonio Violich, quien ha realizado tra­bajos en el casco histórico para el sector oficial, destaca en lo referente al Parque El Zanjón, la importancia que tiene el cri­terio urbanista que nos llegó de Europa a través del goberna­dor don Manuel Centurión, en establecer una trama urbana que  todavía utilizamos con plena funcionalidad que es el llamado Cuadrilátero Histó­rico, adyacente a El Zanjón.
El Zanión representa lo que sería el cambio de un ambiente en cierta forma rural. Lo que es el centro histórico de la ciudad mantiene ambos ambientes: lo moderno y lo rural muy juntos, muy próximos en estrecha y armónica integración.
-En si -dice Violich- es un am­biente didáctico e histórico para quien no conoce el desa­rrollo urbano de Ciudad Bolí­var.

NO ABANDONAR
LAS VIVIENDAS
ES LA CONSIGNA
Elbia Barrios, dirigente de la comunidad, es otra de las que aboga a favor de los moradores de El Zanjón y los anima para que no abandonen las viviendas aún cuando muchos de ellos ya cobraron al Gobierno el valor de sus bienhechurías.      
-¿Qué dicen los moradores?
-Los que cobraron al Gobierno el valor de sus viviendas  estaban resignados a irse porque nadie los defendía, pero ahora tienen a la Asociación de  Vecinos que los respalda y defienden y están resistiendo las [ visitas de la Policía. Yo les digo que esperen hasta que la directiva se entreviste con los res­ponsables del Proyecto.
-¿Ya se entrevistaron?
-Nadie hasta ahora nos ha recibido y debe ser porque no hay la razón válida que justifique el desalojo.    
-¿Ustedes conocen el Proyecto?   
-Ese es el problema que no nos han dado a conocer el Proyecto. Es más, tenemos enten­dido que ni siquiera está concluido. Está planteado construirle caminerías, iluminarlo, sanearlo, en fin, varias obras civiles. Esto nos parece maravi­lloso, pero todavía creo que no saben ni siquiera por donde pa­sarán las caminerías. Enton­ces, ante todas las indefinicio­nes que 'sabemos que las hay, pensamos que es absurdo tum­bar primero y ver después qué vamos a hacer.





domingo, 11 de mayo de 2014

EL ANTIGUO MERCADO MUNICIPAL DE LA CIUDAD


La ciudad, desde la Colonia hasta los tiempos de Sánchez Lanz, vale decir, de Pérez Jiménez, contó con un pintoresco y típico mercado prácticamente a la orilla del río, justo en el punto donde Moreno de Mendoza  hizo construir el Fuerte San Gabriel

La primera referencia histórica que se tiene del Mercado Público de Ciudad Bolívar, aparece en “Anales de Guayana” de Bartolomé Tavera Acosta (Pág. 398). Dice que en 1823, Juan Bautista Dalla-Costa (comerciante veronés radicado en Angostura en 1814), siendo miembro de la Municipalidad se destacó como un notable administrador al que siguió más tarde su hijo homólogo Juan Bautista Dalla Costa Soublette.
 “En las veces que fue miembro de aquella Corporación, mientras que algunos de sus colegas se ocupan en asuntos baladíes, como los relacionados con la señas o monedas partidas en cuatro, funciones religiosas o discutir cuál puesto de preferencia vanidosa y mundana correspondía a los munícipes  en la Iglesia, el viejo Dalla Costa atendía preferentemente el empedrado de las calles, el aseo y ornato de la población, a la arquitectura civil,  al censo de la ciudad, a la fundación de escuelas, al alumbrado público, a dar franquicias al comercio, a fundar un Mercado Público, el mismo que es propiedad hoy del Municipio” (Esto lo escribió Tavera en 1913).
 Este Mercado Público es el mismo al cual se refiere en 1859 en su “Exploración Oficial” (Pág. 210), Francisco Michelena y Rojas: cuando escribe sobre la Alameda (actual Paseo Orinoco) donde los comerciantes hacían sus transacciones bajo las copas de los robustos árboles. Escribe de que hay “en ella un lugar muy interesante en todo país civilizado, el de abasto para la ciudad. Este edificio, el  cuarto de su género en toda la República, armoniza bien con el grado de civilización y progreso de esta ciudad. Entre la Alameda y el río, sobre un terreno rocalloso que se avanza a aquel en forma de cabo, y por supuesto, abordable por todas partes por las embarcaciones menores cargadas de provisiones, se encuentra situado el mercado formando un semicírculo, cuya base frente al Paseo esta adornada con una gran baranda o verja de hierro. A este mercado, pues, llegan víveres de toda naturaleza y en abundancia, no sólo de Cumaná y Barcelona, que están a la otra banda del río, sino del Meta viniendo de Casanare, del apure y de aun de provincias muy distantes. Tal es la admirable hidrografía de Venezuela, por la cual aquella ciudad esta en contacto con casi todas sus provincias”.
Este Mercado Municipal estuvo funcionando hasta 1956 que el Gobernador doctor Eudoro Sánchez Lanz (1953-1958) resolvió demolerlo para sustituirlo por el Mercado Periférico No. 1, construido en el Paseo Moreno de Mendoza, zona del antiguo Banco Obrero, y el Mercado Periférico No. 2 construido más tarde, y el cual funcionaba los fines de semana como Mercado Libre en la Avenida 5 de julio.
Hasta la fecha de su demolición, se podía apreciar el frente del antiguo Mercado Principal contra la calle que bordeaba el Orinoco terminando esta calle  en el Puerto de Blohm donde había un  dispositivo tipo orquilla, para retomar la vía (Paseo Orinoco) paralela a los frontales de las edificaciones porticadas de estilo antillano.. En la curvatura de la orquilla estaba situada la Bomba de Gasolina Kosaco.  Por el lado oeste del Mercado estaba la calle de servicio  que circunvalaba al Mercado teniendo por el norte las instalaciones del acueducto y embarcadero o lugar donde atracaban curiaras y falcas cargadas con los productos de las islas del Orinoco.  En su continuación girando hacia el Sur colindaba con las instalaciones del Comedor Manuel Piar el cual era continuo hacia el Este por las Oficinas del Resguardo Marítimo-Fluvial. Frente al popular comedor había un frondoso Samán de acogedora sombra.  Y más al Sur la plazoleta donde funcionaba una línea de taxi que administraba el popular Paco.
En esos mismos predios estuvo la Plaza Monseñor Talavera y en el centro en columna bastante elevada, el busto del prócer Tomás de Heres, reubicado en los años cuarenta frente a la Casa San Isidro y finalmente frente al Fuerte Cayaurima.-
Los expendedores mayoristas de víveres de este antiguo Mercado eran: Alberto Franco, ayudado por su primo Narciso Franco, siempre jovial, bonachón y  José Padrón en local contiguo, siempre diligente y servicial.  Por los portales del Oeste: los detallistas de víveres: Jesús María Delgado, Luís Besón.  Los verduleros ubicados en el área central expendían los frutos campesinos: Pedro Atay con su portal repleto de racimos de cambures colgantes; la Señora JuanitaLa Margariteña”.   En el lado derecho de la parte central, a pocos metros de la entrada estaba situada la famosa Refresquería de don Tomas Rivilla con sus recipientes de vidrio o botellones con varias bebidas refrescantes como guanábana, jugo de naranja, carato de maíz, carato de moriche, carato de mango, chicha y a su lado sin rivalizar con él, la refresquería de Cabo de Alambre.  En la profundidad del gran salón del mercado pegando contra la pared norte estaban situados los portales de carnicería cuyos expendedores eran José Manuel Hernández, José Espalia.
En ese mercado  convergía la ciudad alimentaria, la que iba de compra armada costal y cesto, la que procuraba el fruto fresco recién llegado en falcas y curiaras, la que iba a saborear los manjares de la mesa criolla y a enterarse de lo humano y lo divino, de lo intrascendente hasta lo descomunal.
         Era un mercado profuso, heterogéneo y bullicioso, pero más aún por los días decembrinos después que la parranda de Pura Vargas soltaba el último y más profano de los aguinaldos.  Entonces, era la romería desde las gradas de la Catedral y la Plaza Bolívar bajando por la Constitución y la Igualdad al encuentro del café con leche, de la empanada caliente, del carato de moriche o la chicha acanelada del negro de las Lamus.
        
        



Ancla 1.

“El Trapecio”
Al mediodía el mercado no era tan congestionado, pero había un despacho donde la gente azarosa se apiñaba.  Se llamaba “El Trapecio”.  Trapecio el sitio y Trapecio la especialidad: un soberbio sancocho de pescado de lo más creativo y singular.  Un hervido donde se juntaba toda la sustancia proteica y cerebral de la ictiofauna orinoquense.
         Julio Barazarte que así dicen que se llamaba aquel dicen que se llamaba aquel tramaturgo de la cocina trapecista, compraba cabezas de la ventana de pescado del día, generalmente de morocoto, cachama, sapoara, curbinata y blanco pobre.  Las metía en un saco y luego de toletearlas con una macana india apropiada, las sumergía sin sacarlas del costal en un palangana de agua hirviente.  Allí sujetaba el saco hasta  el adecuado punto de cocción y finalmente utilizaba aquella suerte de consomé para preparar el tradicional sancocho de pescado con mucha verdura, ají y presas.  De esta manera se lograba el colosal trapecio donde la gente sin temores ni red de protección tomaba vuelo.
         El plato rebosado costaba apenas medio real y con derecho a repetir.  Por supuesto, no había cliente que no repitiera, especialmente recién casados, caleteros y toda la marinería fondeada  desde Los Palos de Agua hasta Trinidad y la cual se hacía sentir tumultosa por las noches en la llamada Ciudad Perdida.
         En agosto del 43, el Orinoco volvió por sus fueros en un desbordamiento similar al del 92 cuando dicen los abuelos que tapó por primera vez la Piedra del Medio.
         Ese desbordamiento del 43 acabó con la ciudad perdida y el gobernador Sánchez Lanz, mas tarde reubicó el mercado y desapareció El Trapecio.  No hubo añoranza porque la gente descubrió que el secreto de aquel almuerzo espectacular estaba en la cabeza de la sapoara.  Desde entonces es el popularísimo merengue:  La Sapoara, del músico y compositor margariteño Francisco Carreño:  Llegando a Ciudad Bolívar/me dijo una guayanesa / que si comía sapoara / no comiera la cabeza / Me lo aconsejó mamita / me recordó Teresa / he comido / la bicha con to y cabeza / siempre que reciba el beso / de una linda guayanesa.


        


jueves, 8 de mayo de 2014

EL CRUCIFIJO DE PIAR

Crucijo ante el cual oró Piar antes de ser ejecutado



El Crucifijo de Piar fue restaurado por Freddy Torres Bello.  Se le dice “de Piar” porque estuvo en las manos del  héroe de la Batalla de San Felix o  Chirica.  Se lo  había entregado su confesor, el padre Remigio Pérez  Hurtado, minutos antes de ser ejecutado.  Pero, en realidad, el Crucifijo pertenecía a la Catedral y se utilizaba en determinados ritos sagrados de la iglesia.
Piar le dio connotación y trascendencia con sólo tenerlo un momento en sus manos.  El momento de su muerte.  Hasta entonces, aparte de la imagen de Jesús que siempre la tiene y está  en todas partes, al Crucifijo muy pocos lo admiraban por su data y valor material y artístico intrínseco que lo tiene y muy alto, pues el crucifijo es de plata, data de mediados del siglo  dieciocho y salió  de las manos artísticas de un oficial margariteño que prestaba servicio en los coloniales castillos de Guayana La Vieja.
Entonces, los capuchinos explotaban una mina de plata en la zona de Capapui y de la misma muestra de plata que enviaron a España ha podido quedar una parte que los misioneros pusieron en  manos de este oficial identificado en la peana del propio crucifijo como Juan González Navarro.
González Navarro, quien era hijo del Gobernador de la isla oriental, aparece en la lista de los exploradores del Alto Orinoco que infructuosamente buscaron el misterioso país de los Omaguas, donde algunos colonizadores hispanos, entre ellos, el gobernador Agustín Arredondo, situaban a El Dorado.
         El Crucifijo, no obstante,  estuvo un tiempo como relegado en algún sitio de la Catedral hasta que un día, comienzos de siglo escudriñando sus rincones, el historiador Bartolomé Tavera Acosta, lo identificó y llamó la atención del obispo Antonio María Durán, quien de inmediato se interesó por la joya y la hizo colocar en su oratorio del Palacio Episcopal.
         Posteriormente en 1942, Monseñor Miguel Antonio Mejía lo confió al doctor José Gabriel Machado para que lo conservara y exhibiera en el Museo Talavera,  donde permaneció hasta que fue rescatado por el Gobernador Pedro Battistini Castro y guardado en una caja de seguridad.  El Gobernador Andrés Velázquez dispuso que se exhibiera en la Casa Piar, donde  permaneció hasta que nuevamente volvió a la caja de seguridad de la Gobernación por temor a que fuese hurtado por la delincuencia desata de nuestros días que no perdonó ni la Custodia de la Catedral ni la Venus de Tacarigua del Museo de Ciudad Bolívar.
         El Crucifijo tiene 26 centímetros de alto por 15 de ancho de un extremo a otro de los brazos y sobre la superficie de la base la siguiente inscripción: “De la Yglesia  del Ssmo. y Sto. Thme de la Guayana.  Se acavo de aser el dya 5 de Febo. del año de 1723”.
         De suerte que el Crucifijo, con casi tres siglos, se le entregó a una entidad denominada “Funda-patrimonio” para una limpieza mecánica que le devolvió su brillo anterior;  pero, no sabemos por qué  no le fue corregido cierto defecto a la vista, producto de una caída posiblemente.
         El Crucifijo se partió  cerca de la base, nadie sabe  cuándo, y para unirlo se utilizó una soldadura muy tosca e inadecuada que incluso lo dejó con una inclinación sobre la base.  Antes no se sabía  si el Crucifijo era realmente de plata pura, luego se comprobó lo contrario.  Cuando fue exhibido por algún tiempo en la propia celda de Piar, el visitante podía observarlo montado en un pedestal de hierro que terminaba en  un cubo de vidrio.  Posteriormente fue reubicado sobre pedestal de caoba dentro de un nicho construido expresamente en el ángulo izquierdo del muro de fondo de la celda, con puerta de madera, cerradura y cristal de seguridad e iluminado por un reflector halógeno. Lo cierto es que el Crucifijo de Piar ahora no está en la celda donde los guayaneses consideran que debe permanecer, incluso sin las obras de artistas plásticos que interrumpen la majestad de su  silencio trágico y de muerte.



sábado, 3 de mayo de 2014

DIARIO EL BOLIVARENSE (SIGLOS IXX Y XX)

El Bolivarense antiguo
30 de septiembre de 1880.  Aparece por primea vez en la historia del periodismo guayanés un periódico diario con el nombre de El Bolivarense, bajo el signo de la balanza y en formato 62x44 cms. Como diario de la tarde. En su cabezal se leía en letras grandes: Director, J. M. Ortega y Rodríguez y Cleto Navarro. Administrador Luis A. Gómez. Más abajo: Industria-Ciencias-Artes-Noticias-Anuncios. Luego el lema: Dada nuestras instituciones, basta el trabajo por la parte del pueblo y la justicia por la de los gobiernos, para felicidad y progreso de Paz a todo trance.
         Su cuerpo de cuatro páginas impuestas con tipos sueltos y grabados impecablemente elaborados, conformaba lo que podríamos conceptuar hoy como un diario de avisos toda vez que la primera y última página estaban enteramente destinados a los anuncios y ofertas comerciales y las páginas internas a una información escueta y escasa, pues difícilmente se aplicaba el hexámetro técnico de las circunstancias. Las informaciones de al vida diaria –ya ese era el estilo de las publicaciones de la época- iban prácticamente mezcladas con los edictos, decretos, comerciales, artículos de opinión, festividades religiosas, cartas, material literario y refritos de publicaciones de otras parte de Venezuela y del extranjero llegadas por la vía del Orinoco.
         Los anuncios aparecían en recuadros generalmente ilustrados con grabados. Entre otros casi fijos, del Amargo Aromático de Guayana, de Mathison y Hermanos; Barbería Fígaro, de José natividad Pineda; Fotografía Artística, de Luis Aristeguieta Grillet; Colegio Talavera, dirigido por J. R. Camejo; Oficina de Abogado del doctor Luis Natera Ricci; Amargo de Ciudad Bolívar de Guillermo Eugenio Monch; Aceite para alumbrado Luz Diamante, Cigarrillo Cacique, Aceite de hígado de bacalao y Pianos verticales de cola fabricados por H. Kohl en Hamburgo.
         Recorriendo las páginas de El Bolivarense, no todas, sino las disponibles en la colección de la Sala Febres Cordero de Mérida, microfilmadas por la Biblioteca Nacional, nos damos cuenta como era de apacible la vida en al provincia y tardía la comunicación entre un lugar y otro, no obstante que ya para la época los barcos se movían, igual que los ferrocarriles, a fuerza de las máquinas de vapor producido con carbón antracita.

         “El Bolivarense” moderno
Primero de diciembre de 1957. Don Brígido Natera Ricci fundó el matutino diario El Bolivarense, rescatando para el siglo XX el nombre del diario más longevo del siglo XIX.
         Guayana fue uno de   los primeros Estados de la unión que tuvieron periódicos de circulación diaria durante el siglo XIX, siendo “El Bolivarense” el de mayor duración.
         El siglo XIX finalizó en Guayana con dos diarios:  El Bolivarense y la Prensa Libre, ambos vespertinos.  Anteriormente existieron, tras la Guerra Federal, El Boletín Comercial (1865), diario opuesto a la revolución liderada por Guzmán Blanco el mes de abril; El Orden (1870), vocero de la Revolución de Abril, fundado como contrapartida por Juan Manuel Sucre, hermano del Gran Mariscal de Ayacucho; El Centinela de Oriente, fundado en 1873 por Julio S. Machado y La Prensa Libre, en 1875, por Vicente Blanco Buroz.
         El Bolivarense apareció el 30 de septiembre de 1880 bajo el signo de la balanza, formato 62x44 cm, como diario de la tarde dirigido por su propio fundador José María Ortega y administración del tipógrafo Cleto Navarro.  Terminó sus días con el siglo, vale decir, con la muerte del fundador, ocurrida el 20 de enero de 1899, tras cuarenta años de incasable labor periodística.
         El Bolivarense trata de reaparecer a principios del siglo XX, pero el esfuerzo se pierde en pocas ediciones por la ausencia de su antiguo director.  En 1942, Monseñor Dámaso Cardozo, fogueado en la Gaceta Eclesiástica, reanuda la circulación del diario en la Editorial Talavera donde se editaba dicha gaceta, pero como el cometa, aparece y reaparece hasta el primero de diciembre de 1957, que don Brígido Natera Ricci, concibe el actual diario El Bolivarense, primer matutino de la historia del periodismo guayanés frente a El Luchador que desde 1905 venía circulando como vespertino. 
El Bolivarense moderno desapreció bajo el régimen Chavista y desfilaron como directores: Brígido Natera Ricci, Lorenzo Mendoza, José Antonio Fernández . Álvaro Natera Febres. Alejandro Natera Contreras, Alfredo Natera, David Natera, Juvenal Herrera Bolívar, Rafael Durán Rondón.  Américo Fernández, Gustavo Naranjo, Luis Lira Puertas, Angélica Martínez y Álvaro Natera Barceló..

viernes, 2 de mayo de 2014

El Bálsamo de la Casa Congreso de Angostura


La negligencia oficial dejó que muriera el único ejemplar existente del Bálsamo del Perú en el jardín interno de la histórica casa donde se reunió (1819) el célebre “Congreso de Angostura”. Le talaron las ramas y le aplicaron un poderoso tóxico que lo extinguió lentamente.
 Era uno de los atractivos vegetales exóticos de la casa que solía ser confundido con el Sándalo y el Bálsamo de Tolú originales de la India. Era comprobado un Bálsamo del Perú, único sobreviviente de tres comprados  en un vivero de las Antillas hace más de 129 años.
            Ocurrió en 1885 cuando el Presidente del Estado Bolívar, J. M. Bermúdez Grau decidió por decreto convertir la Plaza Bolívar en un parque porque hasta entonces era una plaza con la estatua del Libertador en medio de una tierra parda, abrupta de peñascos algunas veces mezclados con desperdicios o defecaciones de animales realengos escapados de corrales cercanos.
            J. M. Bermúdez Grau, cumanés, fue un gobernante progresista y no obstante víctima de un atentado.  Los citadinos bolivarenses le deben al primer acueducto que tuvo la ciudad, el Dique de la Carioca que atajaba las aguas desbordadas de dos grandes  lagunas y la conversión de la Plaza Mayor en un parque o jardín de árboles exóticos traídos de Trinidad.
            Comisionados para adquirir los árboles fueron José Tadeo Ochoa, guayanés que peleó en la Guerra Federal al lado de Ezequiel Zamora y José Félix Armas, farmacéutico cumanés radicado en Ciudad Bolívar y a quien le debemos el esfuerzo colectivo para hacer posible el Teatro Bolívar.          
            Llegaron entonces a bordo de una goleta, bien protegidos y abonados: 3 Bálsamo del Perú, 1 Manzana del Diablo, varias Caobas de Santo Domingo así como Cipreses, Higuerones, Acacias y Lirios africanos.
            El jardín de la plaza se inauguró el 5 de agosto, día de Nuestra Señora de las Nieves cuyas festividades  entonces eran muy religiosas y apoteósicas.  Se encargaron de preparar los festejos el doctor J. M. Emazábel, rector del Colegio Federal, el general Marcelino Hernández y el ciudadano Rafael Aristeguieta.
            Uno de esos tres ejemplares Bálsamo del Perú fue sembrado en el patio de la casa del Congreso de Angostura y es el único sobreviviente por lo bien cuidado que ha estado siempre.
            El doctor Leandro Aristeguieta, fundador del Jardín Botánico del Orinoco, en su libro “Los Árboles de la ciudad” (1995) escribe lo siguiente: “Se encuentra en los jardines de la Casa del Congreso de Angostura un árbol bastante viejo que todos conocen bajo el nombre de Sándalo, de corteza y hojas aromáticas, no he podido averiguar el origen de este árbol, ni quien lo plantó allí.  Después de estudiarlo hemos llegado a la conclusión de que se trata del llamado Bálsamo de Tolú (Miroxylum balsamum) árbol nativo y considerado medicinal por la resina aromática que contiene”.
            En El Bolivarense de 1885 existe la nota al detalle sobre los árboles adquirido en Trinidad y aparece el Bálsamo del Perú.  Yo lo publiqué en un reportaje en 1995.  Leandro Aristeguitea lo leyó y no lo comentó ni lo contradijo.  Guardó el silencio de quien no estaba seguro de lo que escribió.
            Tampoco tiene que ver con el Sándalo. En su libro el dice “Bálsamo o sándalo” El sándalo es un árbol perteneciente a otro género  y a otra familia de las regiones tropicales del Asia y del archipiélago Malayo. Los pueblos orientales utilizan su madera desde hace muchos siglos en el arte de la talla. También la pulverizan  los  brahamanes de la India  para marcarse la piel y distinguir a otras castas. Los chinos la queman en sus templos durante las ceremonias religiosas y ritos fúnebres  y en cuanto al Bálsamo del Perú se extiende desde Perú hasta México. Su resina oscura y fragante, es utilizada en pastelería y perfumería; tiene también propiedades expectorantes y tónicas aprovechadas en medicina.



jueves, 1 de mayo de 2014

EL “BACHI” PÉREZ



Publicado en la revista “Orinoco” fundada por Américo Fernández y Gladys Figarella



Único sobreviviente de toda una generación de maestros modeladores de nuestra cultura y forjadores de ciudadanos útiles.
Con sus sesenta y dos años (1965) a  cuestas cumplidos hace algunos días, satisfecho de medallas y diplomas que hablan de una labor ho­nesta y valiosa dentro del magisterio provincial, rodeado del afecto de sus hijos que aprovecharon a tiempo el caudal intelectual y material acumu­lado por su padre, al lado de su es­posa cuyo color, forma y tempera­mento reflejan el exotismo corso de sus ascendientes, apegado al queha­cer recreativo de la "ratonera" convertida ahora en refresquería y quin­callería heredada de sus progenitores, cuidando con esmero el breve jardín sembrado en el traspatio de la casa, leyendo de vez en cuando un buen libro de las ciencias perfectas, eluci­dando reminiscencias que valen un millón de atención, poniendo a cada acto la chispa de su temperamento chusco y agridulce, encontramos, a esta altura de la civilización, al "Ba­chi" Pérez, mejor decir, al. Bachiller Ramón Antonio Pérez Santamaría, sentado en su mecedora anticuada de paleta, en la casa de la esquina donde nació el 21 de abril de 1893.
Semisentado, podríamos decir, por­que el "Bachi" Pérez —como lo han bautizado varias generaciones de es­tudiantes—, no es personas, a pesar de su edad, de estar con el cuerpo acomodado todo el día en la silla me­cedora. El profesor Ramón Antonio Pérez debe levantarse cuantas veces se le ocurra al viandante detenerse a la puerta del "Oasis" para comprar un refresco, un jugo, una docena de bo­tones o tres varas de cinta rosada. Hay personas que se detienen y no com­pran nada, se explayan en conversar con el profesor de pelo cano y cami­nar lento. Había una señora toda fo­rrada de negro que contaba al Profe­sor, en forma animada, las peripecias de su hijo estudiante. Otras dos que parecían maestras, luego de ingerir sendos refrescos, contemplaron sobre el muro el retrato a color del hombre de la campana y criticaron al Bachi­ller su presunta filiación política. "Esas son cosas de Pauline", replicó reflexivo el Profesor, añadiendo: "Yo no he sido ni soy político, jamás me ha gustado construir escalones para que otro suba".
Exacto, el Profesor Ramón Antonio Pérez no ha conocido, sentido ni te­nido otra filiación que la del magis­terio. Para él ha sido la más noble, la más humana e interesante y a la que entregó más de la mitad de su vida. Se inició en la enseñanza, no como muchos de los empíricos que todavía pululan agonizantes y acha­cosos por nuestras aulas, sino como un verdadero profesional.
Graduado de Bachiller en Filosofía y Letras en el Colegio Federal de Varones de Ciudad Bolívar —cifraba entonces 17 años—, se dedicó a la en­señanza en el aula de una Escuela Estadal dirigida por don Luis More­no. Junto con Alejandro Fuenmayor fundó las Escuelas "Heres" y "'Lea", primeros institutos graduados de Ciu­dad Bolívar, para varones y hembras respectivamente. Esto fue en 1912, siendo Ministro de Educación el doc­tor Guevara Rojas. En 1917 comenzó a alternar la educación primaria con la cátedra de educación secundaria en el Colegio Federal de Varones que luego pasó a ser el hoy Liceo Pe­ñalver.
Fueron 44 años seguidos, dedicados integralmente a la enseñanza, a la no­ble misión de forjar ciudadanos li­bres y útiles al progreso de la na­ción. El actual Ministro de Obras Pú­blicas, Ing. Leopoldo Sucre Figare­lla; el Ministro de Educación, doctor J. M. Siso Martínez; el traumatólogo eminente y actual Gobernador de Ca­rabobo, doctor Jorge Figarella; el Cronista de la ciudad y sacerdote meritorio Monseñor Constantino Maradei Donato, el Presidente de la Municipalidad de Heres, bachiller Noel Valery y otras personalidades distinguidas que escapan a la premura del reportaje fueron modeladas durante las primeras enseñanzas por este Profe­sor, único sobreviviente de toda una generación de maestros cimentadores de nuestra cultura y forjadores de ciudadanos útiles, a la que pertene­cieron María Antonia Mejías, Dr. Os­car Luis Perfetti, Dr. Carlos Emiliano Sa­lón, José Luis Aristiguieta, Felipe Hernández, Adán Blanco Ledezma y otros.
Del Bachiller Pérez se cuentan va­riados chascarrillos que forman todo un legajo de su época brillante de Profesor. Los estudiantes de ayer y de hoy los celebran con gracia inusi­tada. De tiempo en tiempo avivan en el recuerdo y entonces se abre una como detenida admiración por esta personalidad cumbre del magisterio.
Cuentan que el Bachiller Pérez, es­tando en su cátedra de matemáticas explicando una operación de quebra­dos, pasó uno de sus alumnos a la pizarra y le dictó la siguiente cifra: "Escriba, por favor, 3/4". El estudian­te tomó la tiza y escribió primero un tres, luego trazó una raya y finalmen­te colocó debajo el cuatro. Impacien­te el Profesor por la forma inco­rrecta como el alumno escribió la ci­fra, sacó una silla de la fila e invitó al estudiante a sentarse. Cuando el alumno quiso hacerlo, el Bachiller oportunamente sacó el asiento y el in­fortunado se desplomó en el suelo. "Ajá —sentenció el bachiller en me­dio de la hilaridad estudiantil—, ¿vio lo que le pasó? Eso mismo le pasaría al 3 del quebrado si usted antes no le coloca la rayita".
Nos recuerda el "Bachi" Pérez co­mo algo especial, ya para terminar la conversación, que él nació un año después de la creciente más grande  registrada por el río Orinoco en el año 1892. Su padre era un humilde pulpero, aficionado a la fotografía, a la orfebrería y a la flauta. Nació en la misma casa donde todavía vive, frente a la Plaza Miranda y que para entonces era un peladero de cuyo centro emergía un señorial farol de seis brazos que por las noches disparaba sus luces mor­tecinas de kerosén.
Con este combustible se alumbraba la ciudad en aquella época, la luz eléctrica vino en 1911, centenario pri­mero de la Independencia, bajo la administración del General Tellería. El servicio de luz eléctrica tenía en­tonces un precio insignificante com­parado con el de nuestros días: larga diferencia que parece sacudirnos de un largo y profundo sueño.
El Profesor Ramón Antonio Pérez Santamaría, el célebre "Bachi" Pérez del Colegio Federal de Varones y del Liceo Peñalver, es un hombre activo y diligente a pesar de su avanzada edad, de contextura aparentemente fuerte, color trigueño, ojos grande/ entornados, profundamente humano y de un espíritu admonitivo modelado a fuerza de corregir y orientar adolescente en las aulas de los diferentes colegios que se honraron con el paso de maestros insignes.