Trabajo de Américo Fernández para la edición aniversaria del vespertino La Tarde, dirigido por Chemelito
La
indumentaria o vestido de la mujer suele combinar con una serie de accesorios,
muchos de los cuales han desaparecido mientras otros más novedosos han surgido
en la dinámica constante de la moda.
Tres de
estos accesorios importantes que aún persisten en unos lugares más que en
otros, son el bolso de mano o cartera, la sombrilla y el abanico.
De todas
maneras el uso de estos tres últimos adminículos se ha venido debilitando en
el tiempo, especialmente el abanico porque a pesar de los arrebatos; el bolso
persiste y es una necesidad al igual que la sombrilla para proteger del sol y
su derivado el paraguas para la estación lluviosa,
El llamado
bolso de mano es casi siempre inseparable de la mujer y los hay de las formas
y modelos más variados y de calidades a veces tan altas que resultan
inalcanzables para el común de las mujeres.
Pero el
bolso es más que un lujo una necesidad que exonera a la mujer del engorro que
sufre el hombre repartiéndose en , los bolsillos del pantalón, de la camisa y
del paltó o la chaqueta, el llavero, la billetera, la cédula, el carnet de
empleado, las tarjetas de presentación, la ciga rrera. En cambio que con el
bolso de mano, la dama tiene un depósito común para todos esos objetos
incluyendo los propios del neceser como el compacto, el delineador, el lápiz
labial y el de cejas, el rubor o colorete, la sombra para los ojos, la colonia,
cepillo, esmalte, el espejo, el pañuelo, los preservativos y los tampones para
cualquier emergencia que, por supuesto, nada tenga que ver con el verano o el
invierno porque para eso existe la sombrilla y su descendiente el paraguas.
Porque primero
que el paraguas o umbrella, como lo llaman los ingleses, fue la sombrilla,
privilegio de las damas que tienen su origen en encumbradas civilizaciones
antiguas, entre ellas, la egipcia y babilónica, pero de gran uso siempre en
los cálidos países del Oriente.
En la India
se le consideró por mucho tiempo un símbolo real y se honraba a los nobles con
el título de "Señor de la sombrilla".
Su
desplazamiento a Occidente fue inminente, pero con el tiempo ha venido cayendo
en desuso, desplazado, en todo caso, por el paraguas, más usado en tiempos
lluviosos.
Italia y
Francia fueron los países introductores del paraguas, aunque antes de lograrse
su aceptación general, sirvió para burlar a quienes lo utilizaban y mucho más
cuando alguien en París quiso convertirlo en pararrayos portátil.
Hoy el
paraguas no es el mismo pesado y fúnebre de' antes. El de la época contemporánea
es más liviano y ornamentado con vistosas telas. Es una mezcla de paraguas y
sombrilla y, por lo tanto, sirve para guardarse de los rayos solares y de la
lluvia.
Las
sombrillas de hace dos mil años estaban confeccionadas de forma tal que
cumplían la función dual de protegerse del sol y convertirse en abanico para
agitar el aire cuando el calor era insoportable. Después no fue necesario diseñarlas
para esa noble función porque se inventó el clásico abanico, del cual se conocen
valiosas colecciones en el mundo.
El abanico
es así como un ventilador portátil, pero muy gracioso, artístico y femenino,
tanto que fue utilizado en las cortes reales de otros tiempos. A los faraones
egipcios se les refrescaba con un abanico de plumas provisto de un largo mango
porque así eran los abanicos de los primeros
tiempos, rígidos y operados por una segunda persona, generalmente el sirviente
o el esclavo. Tiempo luego los japoneses inventaron el abanico plegable para
uso unipersonal que se popularizó universalmente. Se comenzaron entonces a
diseñar abanicos para ocasiones especiales, bien para bodas, sepelios o
simplemente para las estaciones. Se fabricaban abanicos de madera muy fina y liviana,
perfumados como el sándalo, de seda, plumas y con varillas de marfil o nácar.
Como era una
prenda característica de la realeza, la Revolución Francesa terminó o debilitó
su uso, pero quien le dio un
golpecasi mortal fue el ventilador
y el aire acondicionado. Ahora el abanico no es una necesidad sino un lujo, un
accesorio para lucir o monear, pero llamativo siempre. Las españolas lo saben
lucir muy bien y se dice que la Reina Isabel II tenía uno con varillas de oro
adornadas con piedras preciosas.
En Venezuela,
en el siglo pasado y hasta los primeros del presente, el abanico era frecuente
en los -galones y hasta se inventó un lenguaje para que las damas pudieran
trasmitir mensajes de amor a sus pretendidos. Asimismo el abanico les servía
para resaltar algún detalle de su cuerpo o de su vestido como también para
curiosear y murmurar muy de cerca con su vecino.
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