REPORTAJE Correo del Caroni –31 de octubre de
1999
Ciudad Guayana, Domingo 31
Don Pedro Cova,
paladín
del progreso
upatense
* Lo que es San Antonio de
Upata en la actualidad y lo que será siempre,
tiene mucho que ver con la obra civilizadora de don Pedro Coya, un cumanés
radicado en las promisorias tierras del Yuruari desde mediados
del siglo diecinueve
tiene mucho que ver con la obra civilizadora de don Pedro Coya, un cumanés
radicado en las promisorias tierras del Yuruari desde mediados
del siglo diecinueve
Américo Fernández
Don Pedro Coya es la figura de mayor relevancia en la vida de Upata. Como bien dice, Angel Romero, cronista del Yocoima, la historia de este municipio debemos concebir-la como antes y después del
mencionado personajes. Es un valor referencial inexcusable.
Antes de la llegada de Pedro Cova en 1850 con la
inmigración de cumaneses, San Antonio de Upata era parte del remanente
total de las Misiones del Caroní, cuya decadencia comenzó con el advenimiento
de la República para darle paso a un nuevo modo de vida urbana que, en el caso de Upata, se inició con la
presencia dinámica y progresista de don
Pedro Cova. Él, al igual que los Alcalá,
ligados al proceso libertario, está conectado con Caracas dentro de una estrategia
política dirigida a poblar y
garantizar el espacio. Esto lo explica la presencia de una imprenta en el mero corazón de la selva
donde había un pueblo rural de escasas letras.
Así lo cree el maestro Ángel
Romero, comprometido en un trabajo de
investigación, desde hace ocho años, sobre la
vida y obra de don Pedro Coya.
Investigación que parte de lo que da a conocer Carlos Rodríguez Jiménez en el primer volumen de su libro Upata
publicado en 1965.
Quince
años atrás, Romero no tenía la menor idea de quién
era Pedro Coya, y no tenía porqué tenerla,
pues él es caraqueño y había llegado a la tierra del Yocoima por instrucción del profesor Lucas Rafael Alvarez, entonces director de
Educación del Estado, para fundar la Casa de
la Cultura de Upata.
La única referencia cultural que tenía era María Coya y por
allí comenzó después de leerse el libro del extinto diplomático Rodríguez Jiménez. Remunerado por la CVG, se fue a la antigua Nueva Andalucía,
la tierra de los Coya y allí, bajo la orientación del cardiólogo y cronista José Mercedes Gómez, encontró
suficiente material. Los archivos
parroquiales de la iglesia Santa Inés
fueron de mucha importancia, lo mismo
que la información genealógica de Iturriza Guillén.
Halló que el primer Coya llegó a
Cumaná en 1818 y se llamaba Ascanio y don Pedro Coya, su
descendiente, era compadre de Pedro José Rojas, periodista que bautizó a
su hija mayor ycon el cual había hecho una sociedad en 1843 para fundar una
imprenta y editar el Manzanares,
semanario político.
En
dicha imprenta de imprimió el Manifiesto de Cumaná con el cual se adiere públicamente la provincia a la candidatura de Santiago
Mariño, opuesta a la elecciones de 1834
a la del doctor José Maria Vargas, respaldada desde l gobierno por el Presidenciales de José
Antonio Páez.
Al año siguiente funda la Revista Oriental en la que hilvana toda una crónica universal,
haciendo un recorrido por el mundo político e intelectual de Europa. Entonces funda el primer teatro que tuvo Cumaná.
Los orientales lanzan en 1846 la candidatura a la Presidencia de la República del
general José Tadeo Monagas y don Pedro Coya, como miembro del Partido Conservador, es designado para promoverla en Barcelona, donde con
ese fin funda dos periódicos, La Profecía
y El Pendón.
Monagas resulta victorioso, pero luego se produce un
fenómeno político y es que los Conservadores que lo llevan al poder se
manifiestan descontentos por ciertas conductas
y comienzan a bloquear su gestión por lo que se ve obligado a recibir
el apoyo de los liberales liberados por Antonio Leocadio Guzmán y una
parte de los conservadores fieles a Monagas, entre ellos, don Pedro Cova, se
inscriben en el Partido Liberal, pero ya Cumaná ni Barcelona son ambientes propicios para su nueva
posición. Entonces mira hacia Guayana, donde finalmente
se radica no sólo con la familia sino
con todos sus haberes políticos, incluyendo
los circunstanciales, que hacen de él en la tierra del oro y del diamante un valor público
importante, pero en la plaza de Angostura sobran los políticos de renombre, entonces asume su condición de representante del Departamento
Upata, en cuya jurisdicción (Puerto de Tablas) ha fomentado una hacienda ganadera con el nombre de El Rosal y más tarde fundará otra
llamada El Morichal.
En 1856 ya es diputado provincial
y tras la victoria de la Guerra Federal y la
declaración de Guayana como Estado Soberano, tiene su puesto asegurado en la Asamblea
Constituyente que llega a presidir durante
uno de los lapsos de rotación (1864).
Concluidas las deliberaciones, asume la
presidencia del Concejo Municipal
del Departamento Upata, responsabilidad que ejerce
durante cinco períodos y es cuando,
podemos decir, que Upata aclara su camino hacia un desarrollo urbano donde entran en juego la explotación
de los ricos yacimientos auríferos de Nueva Providencia, distrito del departamento, y la recia voluntad y
espíritu de empresa de un hombre que tiene perfectamente claro el concepto de
ser político.
LOS PRIMERO CAMINOS
Guayana para esos tempos era selva y
ríos. La comunicación realmente demorada
y difícil. Lo más rápido y fluido tenía lugar a través de ls rutas fluviales. No había siquiera caminos que salvaran a los
pueblos del aislamiento y
el atraso. Upata, la capital de un departamento político-territorial que iba -desde Puerto de Tablas hasta Nueva Providencia, estaba entre esos
pueblos y de allí la preocupación de Pedro Coya por construir caminos pues de
ellos iba a depender en mucho la vida social y económica de Upata. De manera que aprovecha la llegada de un hombre
civilista y progresista como lo fue Juan Bautista
Dalla Costa a la presidencia del Estado y
le plantea la necesidad de emprender
cuanto ante la construcción de
camino para sustituir las viejas trillas de los capuchinos y
expedicionarios del oro. El Gobierno es
receptivo y con su venia establece una compañía, en sociedad con Tomás
Gutiérrez y Sandalio Alcalá, que traza y construye los primeros caminos desde San
Félix a Nueva Providencia.
LA ÉPOCA DEL ORO
La primera mitad del siglo diecinueve se
presenta promisoria para Upata, pues en Caratal
y El Callao del distrito Nueva Providencia, el oro que tanto buscaron inútilmente los
hispanos, aflora cuando el Yuruari se desborda y también desde profundos barrancos siguiendo el curso de
sorprendentes vetas cuarzosas. Hay oro para rato, pero no para todo el que
llega con la ambición como pobreza
en sus alforjas. Don Pedro Coya es de los primeros interesados y se
convierte en accionista junto con sus hijos de
su propia empresa aurífera. Tiene todo a su favor, pero también el departamento donde actúa como
primera autoridad edilicia. El oro que llega
a las manos de don Pedro Coya
alcanza no sólo para su lucro sino
también para de alguna manera ir reconstruyendo
a la Upata que parecía estancada en los predios de un ruralismo monótono y sin vitales esperanzas.
Carlos Rodríguez Jiménez dice en su libro
Upata que las primeras muestras del material de cuarzo que tomó don Pedro Coya de sus minas en El
Callao, fueron enviadas a Nueva York, París, Londres y Hamburgo, y los cuatro
laboratorios que las examinaron coincidieron en acusar lo que hasta entonces
nunca se había visto en una mina de veta en el
mundo: cincuenta onzas de oro por tonelada de material aurífero. Las mejores minas de
la época daban, como máximo, cuatro onzas por tonelada. Las acciones comenzaron inmediatamente a subir
de valor y en la Bolsa de Valores de
Wall Streed de Nueva York llegaron a cotizarse al 1 por 4000 en relación a su valor de emisión y como
don Pero cova era uno de los principales accionistas, su prestigio y prestancia en la región y fuera del país, crecieron enormemente y se
convirtió en mecenas de san Antonio de Upata.
Impulsa el desarrollo urbano y da apoyo y
calor a un movimiento de inquietudes culturales e intelectuales que desemboca
en un hermoso teatro donde se montaban casi siempre
las mismas obras escenificadas en el Teatro de Ciudad Bolívar. Este teatro, el primero que tuvo Upata, estuvo
situado en el sitio conocido como El Escombro
y donde funciona el Colegio de
Monjas. Una Sociedad Dramática de Beneficencia impulsa otras obras de utilidad pública como la del Cementerio Católico cuya piedra angular fue colocada el 25 de octubre
de 1863.
En 1876, siendo
Presidente de Estado, designado, ordena un estudio histórico-geográfico sobre el distrito que orienta el proceso de transformación de Upata.
Impulsa notablemente la agricultura y la ganadería.
Funda una Biblioteca Pública; construye el primer acueducto, tomando el agua desde el Cerro Guacarapo. Contrata para Upata profesores
procedentes de la Capital de la República y de países extranjeros. Funda la Academia de Historia con un grupo
de amigos aficionados a es disciplina e introduce la imprenta, una The Washington
Press la cual adquirió en Cumaná y fue traída a Guayana a través de grandes
dificultades, por mar, río y finalmente a lomo de mula. En ella, don Pedro inició la etapa de
periodismo upatense con el semanario El Guaica en 1858 y del cual fue su fundador y director.
FUNDADOR
DE UNA
FAMILIA
INTELECTUAL
La obra de don Pedro Cova, nacido en Cumaná en
1804 y fallecido en Upata el primero de septiembre de 1885 la continuó su
familia, muy inclinada a la música y a las letras.
Casado con la cumanesa Isabel Pérez,
bella dama de talento musical, tuvo tres varones y una hembra: Eugenio,
Andrés, Pérez y Rita, quienes tuvieron destacada actuación en la vida intelectual y cultural de Upata. Eugenio, por ejemplo, se educó en París y realizó cursos de piano y violoncello, en cuyos instrumentos tuvo destacada actuación tanto corno
ejecutante y compositor.
Eugenio y Andrés
publicaron en
la imprenta traída por su padre desde Cumaná, un semanario, El Promotor, de literatura e intereses generales, y más
tarde El Caroní, hebdomadario de crítica y literatura.
BUEN CIUDADANO
Y SERVIDOR DEL ESTADO
La Asamblea Legislativa del Estado
Bolívar en reconocimiento de su obra
social, política, cultural y económica, lo declaró “buen ciudadano y Leal servidor del Estado. Posteriormente,
en la División Político territorial del
Estado. Se le dio su nombre al Municipio
El Manteco y como buen masón de su tiempo la Logia N° 28 de
Upata adoptó su nombre. El doctor Carlos Rodríguez
Jiménez, quien además de diplomático era
escritor y poeta, retrata al personaje en este soneto: "Varón digno
de lauros inmortales / paladín del progreso y del derecho / fue la ambición constante de tu pecho /
hacer el bien y erradicar los males / Mecenas de
mil nobles ideales / por todo el bien
que en nuestra tierra has hecho / tu
nombre en letras de oro y a despecho / del tiempo se conserva en sus anales / Por haberla hecho culta y laboriosa / Upata agradecida a tu memoria / consagra su alabanza más hermosa / Y
unida a ella verá la Historia / coronada tu frente
luminosa / con los rayos más puros de la gloria". El homenaje permanente
de reconocimiento a don Pedro Coya habrá de continuar 'ffluy pronto cuando la Editorial Predio que dirige el poeta Pedro Suárez, edite el libro sobre la vida y
obra de este personaje y que desde hace ocho años viene preparando con afán casi fanático el colega Ángel
Romero, caraqueño casado con una caicarense y adoptado por Upata desde los años sesenta cuando llevado de la mano por
el profesor ex presidente de la Asamblea Legislativa,
Lucas Rafael Álvarez, ingresó a aquel valle rodeado de colinas para fundar
la Casa de la Cultura María Coya, de una actividad
efervescente como pocas en Venezuela.
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