El viejo puente
que cruza el Cuyuní, en la vía hacía la Gran Sabana, es indudablemente
importante y atractiva obra de ingeniería que la prestigiosa revista “Estilo”
atribuye a Alejandro Gustavo Eiffel, pero ¿lo es ciertamente?
-Américo
Fernández-
El puente sobre el Cuyuní tiene una
historia interesante, y seguro que pocos guayaneses conocen la importancia de
esa obra de la industria europea llegada a Venezuela en tiempos de la dictadura
gomecista para vadear el río Guárico por El Sombrero, allá en los límites con
Aragua, pero resultó tan angosto para el intenso y pesado trafico vehicular de
la región que el Ministro de Obras Públicas del General Marcos Pérez Jiménez
decidió suplantarlo por otro de estructura plana, y a pasar el colgante para el
Cuyuní, un río guayanés que nace en la Sierra de Lema, se une con el Yuruari
delante de El Dorado y va a tener a la antigua Guayana Británica a través del
Venamo.
El nuevo puente sobre el Guárico fue construido en 1956,
unos 700 metros aproximadamente del puente colgante primitivo por su lado sur,
para enlazar la carretera con una vía perimetral, vale decir, alejada del
centro de la población de El Sombrero dentro del marco de la política de
vialidad del llamado Nuevo Ideal Nacional.
¿Por qué no se dejó el puente primitivo? Porque es muy angosto y se requería otro con
capacidad para el tránsito pesado. Por
eso se construyó un puente plano, estructura de hierro, pero sin los atractivos
del anterior que ese mismo año de 1956 fue reubicado en la región selvática de
Guayana para facilitar entonces la iniciación del proyecto de construcción de
la carretera El Dorado a Santa Elena de Uairén, cuyo contrato había suscrito el Gobierno Nacional
con el ingeniero Luis Entrena en 1953.
El puente colgante sobre el Cuyuní es el primero de su tipo montado en
Guayana, al que le siguió el Puente Angostura sobre el Orinoco, construido
decenios después por la United States Steel International,
entre Punta Chacón y Playa Blanca.
Viéndolo bien, es una obra de arte que a juzgar por un artículo publicado el 19 de
febrero de 1955 en la página de
Arquitectura del “Diario de Caracas” y un reportaje de Hannia Gómez en la
edición 16 de la revista “Estilo”, diseñada por Alejandro
Gustavo Eiffel, creador de la famosa Torre Eiffel, de 300 metros de altura y 1710 peldaños, levantada en el Campo de
Marte y que es orgullo de París desde su inauguración con motivo de la
Exposición Internacional de 1889.
Alejandro
Gustavo Eiffel nació en Dijon en 1831 y falleció en 1923. Ingeniero graduado en la Escuela de Arte y
Oficios de París, fue el primero en aplicar los procedimientos de aire
comprimido al fundamento de los pilares de muchos puentes de grandes ciudades
europeas. Suyo es también el marco de
hierro para la Estatua de la Libertad, de Bartholdi, en el puerto de Nueva
York. Su fama es proverbial y el que se
diga que en Venezuela, específicamente en Guayana, existe un puente de hierro
diseñado por Eiffel, colma de expectación a quienes hasta ahora lo han ignorado
y esperan el esclarecimiento cabal de la noticia. Dice Hannia Gómez en su reportaje publicado
en la revista “Estilo” que a la media noche sonó en su teléfono la voz de un
desconocido que sin más preámbulos le afirmó que “El Puente es de Eiffel”.
El hombre le
decía estar sentado frente a la pantalla de su computador, y que en ella tenía
los planos del proyecto del puente. Le
decía “que podía apreciar con detalle
sobre todo, los montajes verticales... el problema de los esfuerzos, la tensión
de los cables... había incluso fotografías que le habían llegado por el
Internet a su e-mail, desde Francia.
¿Cómo era
posible que los franceses supiesen de la existencia del pequeño puente sobre el
Cuyuní, y tuviesen archivada la documentación gráfica completa en una central
electrónica de información de monumentos históricos... cuando aquí todo no
salía del terreno de lo legendario? Y no sólo eso, respondió pomposamente la voz. La Embajada de Francia incluso ya ha
reclamado oficialmente el puente a Venezuela, porque debe regresar, como toda
obra de arte de todo maestro francés, a la nación francesa. Tengo noticias de que incluso, ya lo están
reclamando en este momento para
llevárselo, como pasó una vez con el Puente del Guanábano, que actualmente se
encuentra restaurado e impecable, luego de años tirado en el Guaire,
funcionando como la atracción máxima en un parque del Canadá.
Puentes robados
a la patria, Puentes desmantelados bajo nuestras propias narices, ante la
indiferencia nacional. Parecían una
aciaga segunda parte de la película “El Robo” de la Torre Eiffel”. Pero, ¿Cómo se habían enterado en Francia?
Unos ingenieros
de una compañía alemana que estaban construyendo el nuevo puente sobre el mismo
río, se acercaron hace pocos meses con curiosidad profesional hasta el puente
colgante en desuso. Ellos dieron con la
placa, y pasaron la información... y como aquí nadie lo quiere, ni se han
interesado por restaurarlo...
¡Entonces era
verdad! Había que hacer
algo, volar al Estado Bolívar, convocar a una rueda de prensa, alertar al
Canciller, al Presidente. Pero, primero,
se necesita una prueba, tener una imagen del puente y de la placa
reveladora. La voz explicó: lo siento, no puedo imprimir ni enviarle por
fax la documentación, reconocerían en la oficina de Francia que he sido yo
quien pasó la información, sería desastroso para mi reputación internacional,
perdería crédito y confianza. Es como
con la fuga de obras de arte, los Picasso, los Matisse, escapando entre los
países. Esta es una obra de arte de
Eiffel, entienda usted, es lo mismo, ellos la quieren, nosotros la tenemos...
todo debe ser confidencial.
¿Qué quería
este hombre a cambio? ¿Para qué había llamado? Soy restaurador de obras de hierro, y si el
puente se queda en Venezuela, me necesitarán.
Si se va, en cambio... Unámonos para no permitir la fuga de esta pieza
monumental.
La conversación
terminó. “Nunca tuve una foto del puente,
ni supe más del hombre”. Hasta
aquí la conversación (real o fábula) que sostuvo Hannia Gómez con la voz
desconocida. En El Sombrero dicen y
redicen y así lo confirma a pie juntillas su cronista oficial Manuel Manrique,
que el puente colgante fue inaugurado el 6 de mayo de 1930 y permaneció sobre
el río Guárico hasta 1956 que el entonces Presidente de Venezuela, General
Marcos Pérez Jiménez, ordenó reubicarlo en El Dorado. Era Ministro de Comunicaciones entonces, el
general Luis Felipe Llovera Páez, nativo de Ciudad Bolívar.
Los habitantes de El Sombrero hicieron lo posible para que
el puente colgante permaneciera en su lugar, no obstante, la construcción de
uno nuevo. Alegaban que bien hubiera
podido quedar para el tránsito local y
de vehículos livianos, pero en contraposición se arguyó su poco tiempo de vida
útil.
Según Manrique, con quien hicimos contacto telefónico, el
puente colgante fue construido en Alemania y trasladado a Venezuela para
cruzarlo sobre el río Guárico a objeto de darle continuidad a la carretera de los Llanos centrales y
occidentales llevada adelante por el gobierno de Juan Vicente Gómez dentro del
plan de construcción de carreteras iniciado en 1911.
Correspondió al ingeniero Rafael Ruiz dirigir los trabajos
puesto que es un puente prefabricado así como el montaje, operación que realizó
junto con el maestro de obra, John Brawn, de origen trinitario.
Las características
de este puente colgante traído de Alemania están descritas en las Memorias de
obras Públicas de 1929. En detalle, se
trata de una obra de estructura rígida con rótulos en las bases de las torres y
luz entre la mampostería de los
estribos. La luz entre las torres es de
120 metros y 5.15 metros las distancias transversales entre las torres; 2
aceras de un metro de ancho cada una y 6 metros la anchura total útil del
puente. Posee una resistencia calculada
para el paso de 2 filas de camiones de 6 toneladas o bien una aplanadora de 19
toneladas. La medida entre los ejes de
las torres es de 120 metros y los anclajes, ambos de 13 metros, están situados
a 44 metros de los ejes de las torres en cada margen. De extremo a extremo el puente tiene una
longitud de 213 metros. Si nos atenemos
a una crónica sobre la ingeniería venezolana de la arquitecta Leszek Zawisza
(Revista 343 CIV 1987), el puente colgante sobre el Guárico fue diseñado, no por Eiffel, sino por el
ingeniero venezolano Luis Velez, quien también diseñó el puente Libertador
sobre el río Torbes, igualmente colgante.
Luis Velez fue
inspector y Ministro de Obras Públicas del gobierno gomecista durante los
períodos 1915-1922 y 1933-1935. Miembro
fundador y Presidente de la Academia de Ciencias, Físicas, Matemáticas y
Naturales y autor de la “Cartilla
para el Cálculo de Puentes Colgantes”.
Si como dice la
arquitecta Zawisza, Luis Velez diseño el puente colgante sobre el río Guárico,
es posible entonces, que su construcción, puesto que estaba diseñado con torres
de acero, haya sido contratada a una empresa alemana. Entonces, ¿Cómo se llamaba esa empresa?
¿Acaso “Eifel” (con una sola f) como la meseta de 740 metros ubicada en la
región alemana de Remania? Si es así, la confusión con el “Eiffel”
francés pudiera venir por allí.
Para la época
de Gómez se diseñaron y construyeron puentes colgantes, pero con torres de
concreto, como el de Boconó, y de madera como el de Acarigua. Las veces que se acometieron puentes con
torres de hierro, había que importarlas.
El primer puente colgante con torres de madera fue construido en
Venezuela por el ingeniero Alberto Lutowski, en la carretera Valencia – Puerto
Cabello, en 1844. Este ingeniero, de
origen polaco, murió en Ciudad Bolívar el 16 de febrero de 1871 cuando
construía el edificio destinado hoy a Centro de las Artes.
Esta es una
posibilidad que nadie hasta ahora la ha
presentado y que toma fuerza cundo vemos, como lo afirma el cronista de El
Sombrero, que el puente fue traído de Alemania y no de Francia. Asimismo, cuando cotejamos el año de la
muerte de Alejandro Gustavo Eiffel, ocurrida en 1923, y el montaje del puente
en Venezuela en 1930. No quiere decir,
sin embargo, que el ingeniero Luis Velez no haya seguido la escuela de Eiffel
en cuanto a tipología.
De todas
maneras, sea o no de Eiffel, el puente colgante sobre el Cuyuní tiene un gran
valor desde el punto de vista histórico y artístico, máxime si fue diseñado por
un ingeniero venezolano, y por lo tanto,
merece ser restaurado y rescatado, si es posible, para ser utilizado y exhibido
como atracción turística en la Gran Sabana, algo parecido a lo que se hizo con
el puente caraqueño del Guanábano o “Puente de los suicidas”
construido en 1884 en el cauce del Catuche y que ahora, por generosidad o
negligencia nuestra, exhibe Canadá como señuelo turístico.